Historias de terror contra el miedo que todas sufrimos al caminar a casa solas

Tranquilas es un libro de 14 relatos escritos por una selección de mujeres que, a partir de un suceso íntimo, indagan a su manera en el miedo a sufrir una violación

"Lisa estaba aterida de frío, de modo que le propuso a Monstruo que fueran al coche porque ahí podría poner la calefacción. Se lo dijo. Se lo dijo. Se lo dijo. Pero él entendió que, si se dirigían al vehículo, era porque iban a acostarse. Cuando mi amiga le dijo que no, porque se lo dijo, se lo dijo, se lo dijo, él siguió. Ella se resistió y lo empujó pero de poco le sirvió. Monstruo le sujetó las manos primero, le bajó los pantalones y la penetró sin preservativo, sin cuidado, sin amor". Este es un fragmento de uno de los relatos que forman parte del libro Tranquilas. Historias para ir solas por la noche Lumen, 2019 en concreto son las palabras de Lucía Mbomío. No es la única que construye este compendio, también la acompañan María Fernanda Ampuero, Nerea Barjola, Aixa de la Cruz, Jana Leo, Roberta Marrero, Silvia Nanclares, Edurne Portela, Carme Riera, Marta Sanz, Sabina Urraca y Gabriela Wiener. Una obra editada por María Folguera y Carmen G. de la Cueva. Qué mejor día para hablar de este libro que hoy: el Día Internacional de las Escritoras

Las mujeres hemos nacido con el miedo bajo el brazo. Está instalado en nuestra cabeza. No somos conscientes ni siquiera cuando llega la adolescencia, al menos no lo éramos. Me gusta pensar que las siguientes generaciones a la mía sí tienen cierto conocimiento de qué comportamientos o sensaciones vienen en el 'kit de nacer mujer'. Me gusta pensar, en realidad, que no les será necesario ser conscientes de nada de eso porque habremos conseguido —mujeres de ahora— extirpar el miedo de raíz. ¿Sabéis lo que es caminar en mitad de la noche con el corazón en la garganta porque sientes que tu vida puede estar en riesgo? Lo he sentido cuando, volviendo a casa de madrugada, en mitad de la calle desolada un grupo de hombres se avecinaba a lo lejos. Si eres mujer, seguro que sabes a qué me refiero. Y este vértigo es el hilo conductor del libro.

Un relato de todas

Subía por la Rambla de Barcelona. Eran las cuatro o las cinco de la madrugada. Quien haya caminado a esa hora por ahí sabe que es posible encontrarse con una serie muy variada de personas. Y suele estar concurrida, no es un espacio en el que por la desolación se pueda pasar miedo. Llegando al metro, en un banco, un grupo de tíos empezó a gritarme: "Guapa a dónde vas tan sola". Pensé: "sigue recto, no te pares, no contestes". Dentro de mí dos decisiones luchaban por protagonizar mi reacción: empoderarme, vencer el miedo y estar en riesgo de recibir una paliza. Callarme, asumir la sumisión y, quizás, librarme de los golpes, de la violencia, del abuso. La primera opción ganó la batalla y les contesté. Mal, evidentemente. 

El miedo me dominaba, estaba temblando. Me frené y les dije: "¿me conocéis de algo para hablarme? No, así que mejor calladitos. Hasta luego". Cuando me di la vuelta no tenía muy claro si iba a poder mantenerme en pie, por los nervios. Pensé "pueden levantarse ahora y pegarme, son tres tíos grandes". No lo hicieron. Pero sí me insultaron, me gritaron: "fea, lesbiana, puta, ya no se puede decir ni un piropo, puta guarra". Seguí de largo. Pasó hace tiempo y tengo la sensación de que sucedió hace tan solo unas horas. No es la única escena que he vivido en la que he sentido el riesgo. Y creo, por desgracia, que no será la última. 

Cada uno de los relatos tiene su propia trama pero en todos puede verse, sentirse, olerse, apreciarse la sensación del riesgo, la sensación de "está a punto de ocurrir, va a pasar y es malo". Las autoras buscan con sus historias íntimas y, en ocasiones, autobiográficas romper con la cultura del miedo y del pánico a una violencia que está anclada en nuestra sociedad y que, de alguna manera, todas —de verdad TODAS— vivimos alguna vez. Justamente, esto hace que el libro sea una especie de compañera de viaje, las voces de ellas pasan a ser nuestras. Cualquier mujer que conozco podría haber sido protagonista de estos relatos. Y eso es tan terrible como grato. Lo es porque puede ser la base de un nuevo discurso. No solo de conciencia para otras mujeres sino también para los hombres.

Si entendemos y sabemos que todos los espacios son susceptibles de transformarse en un lugar donde ocurra una situación de violencia, debemos recuperarlos. Y eso solo puede ser un trabajo en conjunto que empieza por vencer el miedo. No es fácil. Uno de los puntos de partida se encuentra en el respeto hacia el área íntima de cada unx.  

Sácale este miedo del pecho 

Aún no me han violado. Aún. Aún. Aún. Retumba en mi cabeza esa palabra y todas las que se le parecen: aún, todavía, aún, todavía. Pienso, a veces, que no me ocurrirá, que no seré yo, que no será mi cuerpo. Pienso, a veces, que si no soy yo, será otra. Otra. Otras. Y no me gusta. Me invade la sensación de vértigo y me nace una súplica desde la mitad del pecho: "por favor, que no sea nadie más. Ninguna más, por favor". Gabriela Wiener, una de las autoras que comparte su relato en este libro, lo explica perfectamente: "Si huelo a peligro, o sea, si veo que me quedo sola en algún lugar y algo acecha, si alguien me susurra en la calle, incluso si no hay un alma cerca y solo me abrazan las sombras, salgo corriendo. Parte de nuestra vida consiste en escapar de un peligro que aún no existe".

Resultado de imagen de jules euphoria bike gif

Leyendo sus palabras encuentro un equilibrio tranquilizador. En ocasiones me abstraigo y siento el terror de las autoras como si lo estuviera viviendo. Compartir la duda y el pánico consigue transformarnos en una comunidad. Saber que no estás sola sirve para volver por la noche a casa pero vivir es, todavía, a pesar del miedo. A partir de aquí ¿qué? Con esta base y con estos baldes fríos de realidad, ¿qué podemos hacer? Un ejemplo: cambiar las lecturas obligatorias de los colegios por este tipo de lecturas. Armar los cerebros de los más jóvenes, hablar de consentimiento, de respeto, de los espacios, de los límites... Compartir estas verdades y educar en base a ellas, conseguir la empatía, el entendimiento. Y ganar, poco a poco, llegar al éxito que nos merecemos.