Argentina legaliza el aborto después de una larga lucha feminista

La ley que criminalizaba la interrupción del embarazo cumpliría en 2021 un siglo. Por suerte, ha sido sustituida por una que impedirá que haya 39.000 hospitalizaciones al año por abortos clandestinos inseguros

Una marea de pañuelos verdes celebraba que, por fin, se podría interrumpir un embarazo hasta la semana 14 de forma legal, segura y gratuita en el sistema de salud argentino. Lo aprobó el Senado, con 38 votos a favor, 29 en contra y una abstención. “Lo conquistamos. ¡Es ley!”, decían pantallas gigantes, de color verde, colocadas frente al Congreso. Las mujeres lo recibían con lágrimas de alegría: por fin, la anterior ley de 1921, que consideraba el aborto un delito penal excepto en caso de violación o riesgo para la vida de la madre, quedaba anulada.

Se acaba, así, una época oscura para los derechos de las mujeres en el país. La ley, que ha estado vigente 99 años, ha acabado con la vida de miles de mujeres. Por ejemplo, solo el año pasado murieron 38 y hasta 39.000 tuvieron que ser hospitalizadas por someterse a abortos clandestinos, que pueden conducir a complicaciones médicas e, incluso, fallecimientos. Es decir, la ley, que tenía que servir para que las mujeres dejasen de abortar, no sirvió, porque la estadística calcula que cada año hay medio millón de abortos clandestinos. Lo que sí hacía era exponer a riesgos innecesarios a todas estas mujeres que no querían continuar con su embarazo. Ahora, por fin, decidir sobre el propio cuerpo será legal, público y seguro.

La victoria no es solo para Argentina, sino para toda Latinoamérica, una región donde el conservadurismo se ha impuesto en este tema: solo Uruguay, Cuba, Guyana y Guyana francesa permiten el aborto. En el resto, está prohibido o restringido parcialmente. Y aunque Argentina abre la puerta a que se reevalúen las leyes en el resto de países, se prevé un camino igual de largo que en Argentina.

De hecho, la nueva ley es fruto de muchísimos esfuerzos. Como explica El País, la presión de grupos religiosos y conservadores para mantener el aborto ilegal “ha sido muy fuerte”, tanto, que logró, por ejemplo, en 2018, que se votase en contra del aborto. O que en años anteriores se paralizasen debates e iniciativas legislativas. De hecho, durante el debate de ley, la plaza del Congreso se llenó, además de feministas, de sacerdotes y misas improvisadas, rezando por los supuestos “niños asesinados” usando ecografías, cruces grandes y hasta una enorme maqueta de un feto de cartón lleno de sangre. “En el país del papa Francisco, la Iglesia tiene aún mucho predicamento. No solo porque trabaja junto al Estado en la asistencia de los más pobres, a través de cientos de comedores. La cercanía de Francisco con el presidente Alberto Fernández es evidente, y la cuestión del aborto fue siempre un territorio incómodo de disputas”, añade el artículo.

Principalmente, los discursos de la oposición a la ley se basaron, tanto esta vez como todas las anteriores, en la ideología cristiana. “Los ojos de Dios están mirando cada corazón en este lugar y pone en frente nuestra las condiciones para nuestra Nación a partir de hoy. Bendición si valoramos la vida, maldición si escogemos matar inocentes. No lo digo yo, lo dice la Biblia por la que juré” decía la senadora María Belén Tapia, antes de votar que no. De hecho, la mayoría de los senadores que votaron en contra eran de las provincias del norte del país, donde tienen más influencia las iglesias católica y evangélica. En resumen: el principal impedimento para aprobar un aborto seguro y con garantías fue la moral religiosa y su conservadurismo.

Ahora se prevé que todas las esferas conservadoras de la sociedad empiecen una batalla legal contra el aborto. Pero, de momento, el país está de celebración. Como recordaba otra senadora, Ana Claudia Almirón, en Argentina no hay educación sexual integral en las escuelas, tampoco se facilita el acceso a los anticonceptivos y hasta ahora no existía el derecho al aborto. Esto, por supuesto, acababa en embarazos infantiles, con niñas de 10, 11 y 12 año pariendo a un hijo que ni era deseado ni ella consciente de que podría tenerlo. “Obligar a una mujer a gestar es una violación de los derechos humanos”, aseguraba, intentando convencer a los senadores indecisos de que era hora de suprimir la centenaria ley que no impedía algo que ya sucedía, el aborto, pero que sí que velaba por las vidas de las madres. Un día histórico para todas las mujeres y personas gestantes del mundo.