La secreta historia machista de la NASA

El documental de Netflix, ‘Mercury 13’, saca a la luz el cancelado proyecto que preparó a mujeres astronautas para volar al espacio

El primer ser humano que viajó al espacio fue un hombre. Yuri Gagarin salió desde la Unión Soviética y se puso en órbita el 12 de abril del año 1961, el viaje duró 108 minutos: una única órbita alrededor de la Tierra. Al otro lado del mundo, en Estados Unidos y algunos años antes, 13 mujeres pioneras en el campo de la aviación se sometían a las mismas pruebas físicas y psicológicas a las que se habían sometido los hombres para viajar al espacio. Todas pasaron los exámenes e incluso algunas de ellas superaron las marcas hechas por ellos. Ninguna voló al espacio. La Administración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio NASA consideró que la mujer no se merecía viajar fuera de la Tierra.

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Esos hombres llenaban las portadas de las revistas y los periódicos de todo el mundo mientras que ellas seguían ocultas soñando con ser astronautas. Ellos los héroes, ellas ninguneadas mientras imaginaban ser las siguientes en salir al espacio. El programa que las evaluaba se llamó inicialmente Programa Lovelace ya que el proyecto fue financiado por William Randolph Lovelace II, un médico estadounidense con significativas contribuciones a la medicina aeroespacial y a la incorporación de mujeres astronautas al programa de Estados Unidos. Más tarde, el programa recibió el nombre de Mercury 13, el mismo utilizado para el documental estrenado por Netflix que cuenta esta historia.

Pruebas peores para ellas

Jerrie Cobb fue la primera mujer que formó parte del programa. Siempre, desde muy joven, tuvo la mirada apuntando al cielo. Era su objetivo, salir fuera del planeta y viajar por el espacio. Había que empezar poco a poco, así que se concentró en que el primer paso fueran los aviones. La primera vez que voló fue a los 12 años, junto a su padre. A la edad de 17 consiguió la licencia para hacerlo sola y cuatro años más tarde, a la edad de 21, se convirtió en instructora de vuelo. Pero las ofertas de trabajo que recibía eran solamente para ser azafata. Los puestos de piloto eran algo imposible en aquella época.

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La joven no se rindió y así consiguió trabajar como piloto transportando aviones militares por todas partes del mundo. Pilotó cazas y bombarderos. Todos ellos trabajos peligrosos que no muchos aceptaban. Participaba en cientos de eventos y consiguió tres récords del mundo. Cuando cumplió 28 años fue nombrada mejor piloto de todo Estados Unidos. Así fue como Randolph Lovelace conoció a la piloto. Cobb era una candidata ideal para el programa secreto de mujeres astronautas.

87 pruebas. Ese fue el número de tests que tuvo que superar Jerrie Cobb para demostrar que estaba preparada. La misma cantidad que los hombres pero con un plus de dificultad en algunas de las pruebas. Descargas eléctricas para probar reflejos, agua helada en el interior de las orejas para inducir vértigo, enemas, la introducción de un tubo de más de 90 centimetros a través de la garganta para estudiar los ácidos estomacales, beber agua que había sido expuesta a radioactividad, diez horas en aislamiento sensorial los hombres que aspiraban a astronautas solo estuvieron cuatro y la resistencia a la altitud y a la fuerza G —un efecto de aceleración que experimentamos a pequeña escala en espacios como las montañas rusas—, entre otras tantas. Jerrie Cobb las pasó todas y superó al 98% de los hombres que se presentaron a astronautas.

Mientras se realizaban estas pruebas ningún ser humano había volado todavía al espacio. Todos los aspirantes de todo el mundo tenían que realizar unos exámenes minuciosos para demostrar que estaban preparados: pruebas ópticas de cuatro horas, bicicletas estáticas con un peso especial para medir la capacidad de resistencia respiratoria, se medían los reflejos nerviosos y la circulación corporal mediante una mesa que se iba inclinando.

La lucha de unas fuertes aspirantes ninguneadas

El éxito en las pruebas de Jerrie Cobb saltó a la fama, comenzó a ser conocida y fue una de las más importantes dentro del secreto proyecto Mercury 13. Randolph Lovelace la eligió para que seleccionara al resto de participantes del programa, el listado era desconocido. Finalmente fueron 12 mujeres las que accedieron al plan: las gemelas Janet y Marion Dietrich, Irene Leverton, Myrtle Cagle, Jane Cameron Briggs, Gene Nora Stumbough, Jerri Sloan, Rhea Hurrle, Sarah Gorelick, Bernice Trimble, Jean Hixson y Wally Funk. Todas ellas junto a Jerrie Cobb se convertirían en las primeras 13 mujeres del mundo en superar las mismas pruebas que los hombres y “sin quejarse en ningún momento”, como señaló un médico ayudante del programa.

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Todas las seleccionadas preparaban ansiosas sus pertenencias para seguir formándose como astronautas. Habían tenido que enfrentarse a familiares, maridos y jefes para cumplir su sueño. Es entonces cuando recibieron un telegrama que les anunciaba que el programa se había cancelado. Los militares empujados por el equipo de la NASA se habían negado a dejar que las mujeres utilicen las instalaciones: “no se merecen viajar al espacio”. Como muchas otras veces a lo largo de la historia las mujeres habían sido ninguneadas y reprimidas por un grupo superior de hombres. Pero ellas no se rindieron.

¿Cómo una joven tan guapa quiere ser piloto?, ¿por qué quieren competir con los hombres?, ¿por qué no piensan en casarse en lugar de ser astronautas?” y así la gran mayoría de las preguntas que los periodistas les hacían a las 13 componentes del programa. Jerrie Cobb y Jane Cameron Briggs deciden contestar y empezar una campaña en la prensa. En medio de toda la lucha, en el año 1963, Valentina Tereshkova se convierte en la primera mujer que viaja el espacio y es entonces cuando las Mercury 13 salen del anonimato. Este avance soviético enfada a los estadounidenses y deciden nombrar a Jerrie Cobb consultora espacial. No sirve de nada. La NASA no quiere a mujeres ni a minorías dentro de sus proyectos. Pero ahora ya se ha conseguido una cierta conciencia social. Las movilizaciones en apoyo a la mujer astronauta crecen y ganan fuerza.

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A pesar del crecimiento la historia no acaba bien. Ninguna logra viajar al espacio. Siguen trabajando en las alturas, como pilotos de aviones o profesoras de aviación. Cobb jamás abandonó su sueño. En el año 1998 la NASA envió a John Glenn, de 77 años, al espacio para estudiar los efectos del viaje en personas mayores, Jerrie solicitó ir y sus compañeras se movilizaron para que lo consiguiera pero la NASA volvió a decir que no. La más pequeña de las Mercury 13, Wally Funk, siguió formándose para ser astronauta. En el año 2012 reservó un billete con la compañía Virgin Galactic por 200.000 dólares para poder hacer realidad su sueño de viajar al espacio antes de que sea demasiado tarde. Todavía sigue esperando, todavía seguimos esperando. Todas.