Los 'realities' de Netflix te harán perder la fe en la humanidad

No vas a poder dejar de ver Love is Blind o The Circle

Netflix es capaz de producir cualquier cosa que le aporte beneficios: están a cuatro reuniones de la junta de meter en su catálogo vídeos de gente explotando granos pun-intended que lo petan en Youtube. De esto, Netflix ha empezado a hacer reality shows puros de cosecha propia.

La compañía ya había empezado a interesarse por aquellos realities o programas que, al contrario de las que voy hoy, tenían un objetivo. Tenemos entre otros el Maestros de la Costura internacional que es Next in Fashion reavivando la carrera de Alexa Chung, la maravillosa revival de Queer Eye con la que hicieron diana, o Marie Kondo que con su combinación de meme e hipnotizar al espectador se convirtió en una de las figuras más importantes del 2019.

La nueva ola de realities son simplemente realities: aquellos que se basan en la simple interacción de los participantes, y que nosotros como espectadores podemos mirar, comentar y, demasiadas veces, llevarnos las manos a la cabeza. Al contrario de aquellas que se emiten en la tele, la atemporalidad de los capítulos de Netflix y que cada uno los vea cuando le da la gana tiene ciertas ventajas y desventajas. Mientras que no puede haber momentos como el de ESTEFANIAAAAA en el que todo un país es unido en un mismo grito en un mismo momento, comentar un reality con un poco de delay también lo hace más relajado y personal. El contenido que se crea alrededor del propio reality tuits, repercusión, también son de alcance internacional, y el Internet de Estados Unidos está lleno de gente agudísima para cualquiera que quiera adentrarse en los hashtags adecuados.

Entre ellos, las dos que han entrado de lleno en las listas de más vistos de la plataforma y van a servir de precedente son las americanas Love is Blind y The Circle, juro que existe, aunque parece un capítulo infiltrado de Black Mirror.

Love is Blind

La premisa de Love is Blind no es sencilla, puesto que parece que sus creadores han cogido unos cuatro realities normales, los han metido en una batidora y han sacado esta monstruosidad de frankenreality. En ella 15 chicos y 15 chicas son metidos en unas cabinas donde se pueden oír pero no ver: ahí tendrán citas muy heterosexuales siempre y podrán elegir alguien con quien casarse en 30 días. 

Como he dicho, esta historia de terror no acaba ahí. Las parejas que se enamoren en las cabinas porque así lo hacen, supongo y se comprometan pasarán una semana romántica en un resort paradisíaco de México, donde más tarde se reunirán con el resto de parejas entre ellas, por supuesto, personas con las que tuvieron citas y hubo feeling pero que al final dieron el gran paso con otras. Es la fase Isla de las Tentaciones.

Que no pare la fiesta: por último, nuestras parejas irán a vivir juntos, en casitas y todos en el mismo vecindario, mientras preparan las inminentes bodas mientras tú te retuerces en el sofá esperando el sí quiero. Básicamente tardas capítulo y medio en darte cuenta de la clave de este reality: las únicas personas que se apuntarían a casarse con un desconocido en cuestión de un mes es gente con issues muy fuertes. 

El programa, que es un absoluto desastre en el mejor de los sentidos, te hipnotiza por completo: lo que en 2010 era darte un atracón de vídeos de Youtube con pedidas de mano que salen mal, en 2020 es ver Love is Blind. En poco tiempo, lo que te venden como un experimento social para ver los límites del amor resulta un experimento social para ver los límites de la fuerza que la sociedad ejerce sobre nosotros. Y por supuesto, ayuda también a pillar distancia y a considerar qué bien tratados hemos sido por la vida, cuando vemos a una chica decir en pantalla que está muy contenta de casarse con su mejor amigo: un tío que acaba de conocer hace 30 días.

The Circle

En este reality ocho participantes son metidos cada uno en un apartamento sin la posibilidad de comunicarse directamente entre ellos o con el mundo exterior. Allí, cada uno crea su “perfil” en una red social, eligiendo cómo quiere proyectarse al mundo, y a través de esta red social, en la que los únicos presentes son los 7 otros participantes, se comunicarán entre ellos, vía chat y actualizaciones del perfil. Pueden hacerse pasar por quien quieran: gente guapa, gente delgada, el género contrario… y cada pocos días cada concursante votará a sus favoritos. De ahí, las dos personas que mejor posicionados se encuentren podrán echar a uno de los 6 concursantes restantes. En su lugar entra un participante nuevo y el juego sigue hasta que dentro de un tiempo se hace la votación final.

Lo que parece un intento frustrado de meter las redes sociales en el mundo de los realities da un resultado interesante: al no verse en persona la estrategia se antepone a la pasión y a los impulsos, y The Circle se convierte por momentos en un juego de ajedrez.

Es de este disparate frío que sale el lado más bonito de la naturaleza humana y una lección a aprender en la era de las interacciones online: seguimos prefiriendo a la gente maja, a la gente genuina que a aquella que intenta posicionarse como gente interesante. Y al final de todo, te parecen más reales las relaciones que han desarrollado a través de la pantalla los participantes de The Circle, que aquellos que se van a casar en Love Is Blind. Siglo XXI.

Entretenimiento que va de frente

A pesar de que los reality shows parezcan a simple vista la última frontera de la nadería y de la lobotomización humana, no puedo no estar a favor de ellos. Lo bueno de los realities es que no aparentan ser nada más que lo que son: entretenimiento y contenido. Las plataformas digitales sacan cien series por semana que, a través de tramas masticadas y un plan de negocios que consiste en agradar a todo el mundo, no ofrecen reflexión, ni un intento de romper las reglas mil veces establecidas de lo que es una serie. Para eso, prefiero algo que no me mienta sobre lo que es: quiero TeleMacDonalds en estado puro.