Imagínate la situación: después de mil años juntxs, después de mil historias, después de mil recuerdos, tú y tu pareja decidís que ha llegado el momento de volar por separado. Y no hay un dolor punzante alrededor de esa idea. Os queréis, sí, pero no de la manera en la que se deberían querer dos personas que mantienen una relación romántica. Es otra cosa. Algo más humano. Algo casi fraternal. Por eso la perspectiva de una separación no os rompe. No os sume en la desolación. No os destroza el alma. Es un paso que os sabe natural y reconfortante. Es lo que sabéis que debe pasar y por eso queréis celebrarlo por todo lo alto: con una fiesta de despedida con la gente que más amáis.
¿Cómo crees que se lo tomaría tu familia? ¿Y tus colegas? ¿Y los colegas de tu pareja? Probablemente fuese recibido con bastante escepticismo por la mayoría de gente. Y es normal. En la sociedad occidental moderna, a diferencia de en muchas otras, no estamos acostumbrados a decir adiós a las cosas que queremos con alegría. La muerte es una tragedia infinita colmada de caras largas. Las rupturas están bañadas en un ostia, qué pena, lo siento mucho. Y eso es precisamente lo que te encuentras a lo largo de Volveréis, la nueva peli de Jonás Trueba, una y otra vez: las reacciones de incredulidad ante una idea, la de homenajear una relación que termina, que parece casi enfermiza.
Porque Volveréis es una repetición constante. Y no es una percepción del espectador: el propio guion se encarga de aclarártelo a través de las recomendaciones literarias del padre de la protagonista, con la Repetición de Kierkegaard en cabeza, y a través de las críticas de quienes ven la peli que hay dentro de la peli. Sí, la de Trueba es una obra de puro metacine, lo que hace que un relato de por sí interesante en su fondo se vuelva aún más suculento a causa de los juegos de ficción-ficción. Tiene ese puntito Woody Allen que tanto mola. Ese hacerte reflexionar sobre la vida a base de desconcertarte con su guion y su montaje. Repetición, sí, pero no gratuita ni vacía. Esa es la clave.
¿Pero acaban volviendo?
¿Ese buen rollo que tienen, incluso a las puertas de una ruptura definitiva, es indicativo de que no será definitiva y se volverán a unir tarde o temprano? Es lo que todo el mundo les dice. Una y otra vez. Y tienes que esperar hasta el final de la peli para descubrir si efectivamente hay una fiesta con un fue bonito y hasta aquí llegó o hay un despertar en sus conciencias románticas durante el proceso raro y difícil de preparar la propia fiesta. Yo no te lo voy a chivar. Eso está claro. Yo no voy a desvelarte si estás ante una comedia romántica clásica o una comedia antirromántica. Lo que es evidente es que Volveréis desafiará tu concepción de las relaciones de pareja.
También te sumergirá en los confines de la creación artística. Te pondrá frente a dos actores, Arana Itsaso y Vito Sanz, que no le temen lo más mínimo al plano corto, al gesto costumbrista ni a la mirada del otro. A veces casi sientes que estás viendo teatro a través de una pantalla. Y hablando de pantallas, la peli ya fue presentada en el Festival de Cannes de este año y el resultado fue bastante rico: nominada en la categoría de mejor película de la Quincena de realizadores y ganadora en la categoría de mejor película europea de la Quincena de realizadores. Ahora, y desde el viernes pasado, la tienes ya en cines. Quizás tu película de desamor del año. Solo hay forma de saberlo.