Lleva más de tres semanas en cines y todavía sigue recibiendo ovaciones. ‘Te estoy amando locamente’, del cineasta Alejandro Marín, se ha convertido en un pequeño fenómeno de taquilla en medio del huracán ‘Barbenheimer’. La cinta, que es la primera del director, deslumbra por su originalidad y su sentido del humor al retratar una de las etapas más oscuras de la historia de España, el franquismo. Es ahí, en esa Sevilla de 1977, donde crece uno de sus protagonistas, Miguelito, un joven de 17 años que acaba de terminar el bachillerato y que quiere participar en el mítico programa andaluz de ‘Gente joven’.
Pero esto es solo una parte, de todo lo que cuenta esta película que, en palabras del director, “es también un ejercicio de memoria de España”. Un film que trasciende lo LGTBI y que habla de aquello que estuvo silenciado durante tanto tiempo. Quién mejor para explicárnoslo que Alejandro, con quien nos sentamos a charlar en una cafetería de Barcelona, el día después de las elecciones generales del 23J.
‘Te estoy amando locamente’ se estrenó el 6 de julio y sigue presente en el ‘top 10’ de filmes más recaudadores. Pero, realmente, ¿cuál es el motor de la película?
Pues fue justo en 2017, al enterarme de que era el aniversario de la primera manifestación LGTBI que hubo en España, que fue la de Barcelona en 1977. A partir de ahí, empecé a interesarme por los orígenes del movimiento del LGTBI en España. Me interesaba mostrar de dónde veníamos. Me decía a mí mismo: ¿cómo es posible que no conozca que había una Ley de peligrosidad social, que había terapias de electroshock? Y ganas, muchas ganas de contar esta historia para agradecer todo lo que otrxs hicieron por nosotrxs.
Más allá de las tan centralizadas Madrid y Barcelona, vosotrxs decidisteis poner el ojo en Sevilla, ¿por qué?
La imagen de la Giralda con la pancarta de libertad sexual fue bastante potente. También influyó mucho la figura de Mar Cambrollé, que fue de las primeras personas en fundar el Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria (MHAR) en Sevilla en 1977. Además hacían las reuniones en el Palacio Arzobispal con los obispos por ahí rondando de manera clandestina. Esto era una cosa que a Carmen, que es la otra guionista y productora ejecutiva de la película, y a mí nos encantaba. Además, los dos somos de Málaga, así que también nos interesaba descentralizar el relato. Contar nuestra Andalucía. Estamos un poco cansados de la Andalucía que se ve siempre en la ficción española. Entonces dijimos: Andalucía también puede tener una carga super reivindicativa y moderna.
Al final, es dar visibilidad a otras ciudades y otras maneras de organización social, ¿no?
Exacto. En Barcelona el movimiento tenía una carga mucho más intelectual. Su fundador, Armand de Fluvià, tiene un libro con todas las reuniones transcritas que había y los debates que tenía el colectivo. A mí me encanta todo ese universo, pero llevarlo a Andalucía fue increíble. En Sevilla estuvo muy vinculado con la lucha de clases, la lucha obrera, hasta la Juventud Revolucionaria estaba metida. Era algo muy visceral.
Es muy divertido, y muy enternecedor, ver cómo se las “apañan” las protagonistas de esta película para nombrar, con cierto miedo o ingenuidad, el que fue el primer Movimiento Homosexual de Acción Revolucionara (MHAR) en Sevilla.
Sí, esto es muy bonito. Surge de las conversaciones que tuve con Mar Cambrollé. Realmente se organizaron, pero también eran muy inconscientes porque no había referentes. Fueron super valientes cuando más difícil era serlo, en un momento en el que eran perseguidxs por ser LGTBI. Pero no les quedaba otra, no tenían nada que perder. Por eso nos interesaba que la primera reunión tuviera esa torpeza, que fuera algo como que hablaban todas, sin saber quién empieza. Al final queríamos hablar de lo que fue: una lucha super trasversal, asamblearia, donde todo el mundo podía hablar.
En la película, vemos incluso cómo cada personaje lleva la lucha a su manera y a su propio ritmo.
Sí, me gusta mucho la diferencia de lucha que hay entre el personaje de la abogada y el de Alba Flores. Una quiere luchar desde dentro, al ser una persona que está en el sistema porque es abogada, y la otra es pura lucha en las calles y no tiene miedo a esconderse. Al final no estamos abogando por ninguna de las dos, sino que es interesante que sepan convivir. Creo que es lo más bonito que nos llevamos de la peli: transmitir esta idea de lucha unitaria y trasversal que había entonces. Que las feministas estuvieran mano a mano. El grupo de Prímula que nombramos también existió de verdad. Es interesante que la película respire que iban todas a una. A día de hoy hemos perdido un poco eso.
La lucha, la organización social, el travestismo, la pluma, la clandestinidad. Todo esto convive armónicamente en la peli. Es más, esos contrastes, entre el drama y la comedia, es justo lo que te ayuda a decir: aquí hay una historia, esto es real. ¿Cómo fue ese proceso de documentación histórica?
Para documentarnos hablamos con muchísima gente que había vivido en Sevilla en esa época. Pero, sobre todo, lo fundamental fueron los testimonios de Mar, Armand o Antoni Ruiz, que estuvo represaliado por la Ley de peligrosidad social. Escuchar un testimonio real de alguien que ha estado en la cárcel era muy importante. Rafa Santiago, que es escritor y pintor, también vivió esa época y fue él quien me habló de bares de ambiente como el ‘Soberao’, que es en el que nos inspiramos para hacer el bar de la peli. Al final le estábamos poniendo cara a esta gente.
De hecho, puede que sea una de las primeras ficciones españolas en mostrar algo que muchas personas a día de hoy desconocen: que había leyes, como la Ley de la Peligrosidad Social, que consideraban “peligrosas” a las personas LGTBIQ+ . ¿Crees que es algo que no se conoce lo suficiente?
Pues hay varias cosas que me han llamado la atención. Para nosotros el motor de la película fue decir: mi generación no conoce esto. Pero después, al hablar con gente que vivió esa época, tampoco se sabía mucho, estaba muy silenciado. La represión social era tanta, con familias renegando de sus propixs hijxs o escondiéndolxs, que lo raro es que no se conociera la represión institucional tan dura que había. Al final consiguieron eso, que no se hablara del tema, llevar una doble vida. Reme (Ana Wagener), en la película sabe desde el principio qué le pasa a su hijo Miguel (Omar Banana), pero no es capaz de ponerle palabras, no quiere verbalizarlo.
Esta homofobia se ve también en los expedientes del archivo provincial de Sevilla y en el lenguaje que utilizaban los jueces en los documentos, del tipo “invertido”. Era algo tan despectivo. Pero la gente que vivió en esa época no sabía que había terapias de ‘electroshock’, y eso que las llevaban médicos súper reputados. Como ya era un drama familiar ser homosexual, la gente no iba más allá.
¿Crees que mucha gente está haciendo ese “click”, esa toma de conciencia después de ver la película?
Ojalá sea así. Ana Wagener lo dice mucho. Ojalá la película tenga esa capacidad transformadora de despertarnos. Los derechos que tenemos a día de hoy no se han conseguido solos. No se pueden dar por supuesto. Hay que defenderlos y seguir reivindicándolos. Esto me recuerda a esa frase tan bonita de “los que corrieron para que nosotros podamos andar”. Ojalá consigamos que la gente se dé cuenta de la importancia de esta lucha.
En un vídeo para Zeta Sudios, Alex de la Croix, una de las protagonistas de la película decía: “Ahora todas somos presas del capitalismo, no existe la misma sensación de empatía y de eliminar las clases”. Sin embargo, en ‘Te estoy amando locamente’, como dice ella, la lucha es muy popular, está en las calles.
Sí, eso era muy importante. Cuando hicimos el pregón del Orgullo lo dijimos. El Orgullo es una celebración, pero tenemos que trascender la fiesta y seguir reivindicando desde ahí. Una celebración combativa. No hay nada más bonito que la palabra Orgullo respecto al colectivo. Una manera de decir: “Aquí estoy, soy esto. No me tienes que entender, solo tienes que quererme tal y como soy”. Al final no podemos ser de otra manera, que la reivindicación sea de celebrarnos me parece muy acertado.
Una de las partes más potentes de la película es esa trama principal entre madre-hijo, entre Omar Banana y Ana Wagener, una madre con sus prejuicios de época acerca de lo que se consideraba ser homosexual en los años 70 y un Miguelito que quiere ser cantante y vivir la vida a su manera. ¿Por qué decidisteis ubicar esa mirada en el centro de la narración?
Pusimos la mirada ahí porque era una manera de universalizar la película. No hay nada más universal que una relación entre una madre y un hijo. Al hablar desde ese amor conseguíamos que la película pudiera llegar más lejos. Trabajamos mucho el hecho de que fuera una relación bastante compleja y que no fuera una madre castradora con su hijo, intentamos darles muchos matices a los personajes para que no fuera algo muy arquetípico y que se viera la evolución de la madre, que la entendieras y que te llevara por la historia hasta ese final.
Esa mirada de una madre que evoluciona y se suma a la reivindicación por la lucha de los derechos del colectivo, ¿es justo lo que hace que la película llegue a otro tipo de público?
Sí, la intención era esa. Al final quienes tienen que ver la película son precisamente las personas que no conocen esta historia o no valoran esta lucha para que empiecen a hacerlo. Hacerla así de abierta nos permitía llegar a muchísima más gente. Hemos conseguido que la peli retrate al colectivo, pero sea una historia universal que, en realidad, nos habla de derechos humanos. Estoy muy contento de haber conseguido que la película trascienda de lo LGTBI y sea una historia, un ejercicio de memoria de España, que encima se celebra, te diviertes, te emocionas.
Además, en la película, esta mirada más “general”, se sale de lo que podría ser una historia de amor no correspondido, drama y dolor. Hay otro tipo de luz, que no tiene que ver con el trauma de ser LGTBIQ+, sino con la organización social.
En muchas pelis LGTBI te dicen que si eres del colectivo lo tienes chungo o vas a acabar mal. Con esta peli no queríamos dejar de lado esa represión porque ha existido, lo estábamos denunciando, pero nos interesaba mucho más que las protagonistas hablasen desde la alegría y la valentía de luchar por sus ideas. No queríamos quedarnos con la victimización.
¿Qué pensaría el Alejandro de 16 años si hubiera visto esta película? ¿Te habría gustado tener este tipo de referentes?
A mí me habría encantado. Sobre todo, tener muchísima más información que me ha tocado aprender de manera autodidacta. Por ejemplo, en los colegios falta más educación sexo afectiva, no solo centrada en el hombre y en la mujer. El colectivo LGTBI tenemos que aprender solxs y a nuestra manera muchísimas cosas. Equivocándote, obviamente, pero también pasándolo mal. A la gente que tiene miedo a que su hijx se vuelva del colectivo, me gustaría que se preocuparan un poco más por la cultura de la violencia y el machismo que hay en los videojuegos. Me hace mucha gracia que parezca que el colectivo LGTBI es una amenaza, pero luego la gente viva tan campante con otro tipo de violencias.
En Hungría, ya hay librerías que han empezado a precintar libros infantiles con personajes LGTBIQ+ tras la aprobación de la ‘ley de protección de la infancia’. ¿Protección de qué?
No sé de quién es la frase pero es como, hablar del colectivo con tu hijo no lo va a hacer que sea del colectivo, sino que no se convierta en una persona homófoba o tránsfoba. Me entristece un montón que el odio esté tan normalizado y el odiar de esa manera y decir ese tipo de cosas, es muy preocupante. Realmente, no sé dónde está el origen de este odio.
¿Qué les dirías a quienes pierden el tiempo retirando banderas? ¿A quienes tienen tanto miedo?
Que nos van a encontrar de frente con nuestra cultura y que ni un paso atrás para nada. Yo creo que no van a poder porque no vamos a dejar de contar nuestras historias, no vamos a dejar ser, es que no podemos dejar de existir por mucho que ellos quieran. No nos van a callar.