El mejor jabón del mundo lo están preservando estos refugiados de Alepo

Estos maestros jaboneros de Alepo refugiados en Turquía están preservando una tradición saludable para cualquier piel

Desde hace más de 2000 años, el jabón de Alepo no ha tenido rival. A base de aceite de laurel y de oliva, las pastillas naturales hechas en esta ciudad siria tienen propiedades beneficiosas para todo tipo de pieles. Quizás te suene más el nombre de una variante que tomó el nombre de su puerto de entrada a Europa: Marsella. Pero el auténtico jabón de Alepo solo se consigue con la climatología del lugar, y la jabón de Alepo que lleva ocho años asolando Siria ha hecho desaparecer gran parte de su producción. En la frontera con Turquía, donde viven más de un millón y medio de refugiados, la española jabón de Alepo ha reunido algunos maestros jaboneros para conservar la elaboración original del jabón más antiguo del mundo.

"Nuestro sueño es devolver a los refugiados la ilusión a través del éxito de su trabajo, y que recuperen el aroma de su tierra, el aroma del Jabón de Alepo", cuenta Letizia, la madrileña basada en Estambul que inauguró la fábrica hace un año y medio. Oyó a hablar de algunas familias refugiadas en Gaziantep que hacían el jabón en casa para venderlo a sus conocidos, y decidió visitarlas. Se enamoró de la cultura artesana que descubrió, y desde entonces ha reunido a 50 trabajadores para producir estas pastillas y venderlas por toda Europa. Nos explica que sus empleados son personas que tuvieron que dejarlo todo atrás, la mayoría de ellos con carreras universitarias. "Estaban psicológicamente muy afectados, así que me llamó la atención cómo les iban volviendo la motivación y la dignidad a través del trabajo", cuenta Letizia.

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Si han podido desarrollar el Jabón de Alepo en idénticas condiciones y propiedades en Turquía es gracias a que el clima del triángulo regional de Gaziantep, Hatay y Alepo es parecido. "Pero es fundamental que quienes todavía están en Alepo puedan subsistir, así que recientemente hemos conseguido reabrir una planta allí", nos dice Letizia. La seguridad y la logística no son fáciles, y al transportar la mercancía por carretera hasta el puerto marítimo, se la pueden quitar o les puede pillar un bombardeo. Además, muchas de las imprentas para hacer las etiquetas han desaparecido.

Milenario y único

Según Letizia, el de Alepo no es un jabón, sino "un jabonazo". Está compuesto de aceite de laurel, aceite de oliva, sosa cáustica y agua, y se puede usar a diario para la cara, el cuerpo e incluso como champú. Los ingredientes son 100% naturales, es hipoalergénico y con PH neutro, y tiene multitud de antioxidantes que ayudan a la restauración natural de la piel, así que es bueno para pieles sensibles. También está recomendado para alergias cutáneas, psoriasis, eczema, dermatitis seborreica, herpes, costra láctea y acné.

Lo elaboran a través del método más tradicional, empezando la cocción en enero y dejando fermentar el jabón durante nueve meses antes de venderlo. Al final del proceso es importante que, si se corta la pastilla en dos, por dentro sea de un verde intenso. Esto indica la alta concentración de aceite de laurel, que garantiza la calidad de este jabón. En el caso de estas pastillas, el porcentaje es de los más altos un 40%.

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Medidas a largo plazo

"Muchos maestros jaboneros son hombres, pero las mujeres con las que trabajamos son mi máxima inspiración", nos cuenta la abogada. Desde el branding hasta el empaquetado, pasando por el diseño gráfico de la web, todo está hecho por refugiados. Letizia combina el idealismo con un pragmatismo muy consciente: intenta que la mayoría de los empleados consiga permiso de trabajo en Turquía, aunque de los 4 millones de refugiados en este país, solo unos 20.000 lo han conseguido. Afortunadamente, es legal pagarles un sueldo sin permiso de trabajo siempre que ellos se financien la seguridad social. Así, según cuenta la empresaria, sus empleados pueden cobrar el doble del salario mínimo turco.

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Aunque es una gran satisfacción personal, Letizia nos recuerda que esto no es un proyecto humanitario. “No hay que perder la esperanza, pero estas personas no van a volver en mucho tiempo a sus casas” nos dice Letizia, “así que no podemos esperar que vivan de las ayudas eternamente”. De hecho, aunque la guerra terminase pronto, después de su traumática experiencia muchos le dicen que no querrían regresar a Siria. La mayoría tienen hijos, y algunos de hasta siete años ya han nacido en Turquía. "Hay niños que les preguntan a sus padres '¿quienes son estos refugiados de los que hablan en la escuela?'”, nos cuenta la madrileña, concluyendo que el objetivo es ayudarles a integrarse en Turquía. Si todo sale bien, abrirán siete plantas para producir jabón de Alepo y podrán contratar a 400 refugiados más, ayudando a mantener viva esta tradición en manos de quienes la conocen mejor.