Un mundo sin fronteras, sin jerarquías, sin distinción de clase o género. Es la utopía con la que tantas religiones sueñan, pero que se queda siempre en el terreno de lo espiritual y lo ideal. Pero no todos se conforman con el terreno de las ideas. Algunos quieren que esta igualdad se convierta en una realidad. Aunque sea en una pequeña parcela de terreno. Por eso, la francesa Mirra Alfassa fundó Auroville en 1968, en el estado indio de Tamil Nadu. Auroville nació como una ciudad supuestamente igualitaria que seguía los preceptos del gurú indio Sri Aurobindo, su "compañero espiritual" como ella lo definía. “Auroville quiere ser una ciudad universal donde hombres y mujeres de todos los países puedan vivir en paz y armonía sin importar sus creencias, su ideología o su nacionalidad. El objetivo de Auroville es la unidad humana”, reza el lema de la ciudad.
Así pues, la ciudad es, a priori, un oasis de igualdad. No existe la policía, ni el dinero, ni las religiones. Sin policía, claro, pueden haber altercados. Por eso no aceptan a todo el mundo a largo plazo: solo aquellos que se adaptan bien a la comunidad y que aportan con su trabajo. Eso sí, ese es el único motivo para excluir a alguien, hasta los intocables, la casta más baja de la India, son aceptados si logran aportar a la comunidad. Como no hay dinero, la economía consiste en el trabajo y el trueque, el intercambio de servicios y bienes útiles. Además, la política es asamblearia y totalmente democrática: se escoge todo en base al consenso de los miembros de la comunidad. Aunque sí que hay órganos que se dedican a organizar y facilitar la vida en la ciudad.
Quizá Auroville no te sonaba para nada y no conocías esta ciudad utópica. Es probable que pienses también que es una comunidad con cuatro hippies perdidos en India. Pero nada más lejos de la realidad. La ciudad ocupa un territorio de 20 km cuadrados con más 1.500 ciudadanos registrados. Además, cuenta con reconocimiento institucional. La UNESCO apoyó el proyecto como un ejemplo de unión y armonía entre culturas, y hasta 124 representantes de diversos países asistieron a su inauguración, enterrando un pedazo de tierra de su tierra como metáfora de esta hermosa unión internacional. En su medio siglo de historia, figuras históricas como el Dalái Lama han felicitado el proyecto. Pero, ¿es tan utópico como parece?
¿Utopía o trampa turística?
"No hay indios, es un oasis blanco en India", explica Raquel, una barcelonesa de 25 años que vivió en la ciudad durante unas semanas. Se suma, así, a las críticas que ha recibido Auroville con los años, que la acusan de haber pasado de sueño progresista a parque temático para turistas. Es fácil verlo así, hasta los principios de educación igualitaria, pública y libre sobre los que se cimentó su sistema educativo, diseñado por su gurú, ahora se venden en Internet como cursillos de yoga, ayurbeda y meditación para turistas blancos buscando la paz interior.
Además, aunque supuestamente los ciudadanos viven en armonía y sin tocar el dinero, necesitan apoyo económico para subsistir porque, como explican en su página web, Auroville todavía no es 100% sostenible y sus campos solo logran satisfacer el 50% de las materias primas necesarias. Por eso, sí que hay un sistema económico, que consiste en las tarjetas de Auroville. Es decir, cuando se asegura que la ciudad vive sin dinero se refiere a dinero en efectivo. "Necesitabas la tarjeta para todo, porque no aceptaban dinero en los establecimientos", recuerda Raquel. en su página web, que cuestan 6 €, se alimentan de dinero real hay centros financieros dentro de la ciudad para rellenarlas, o a través de sueldos proporcionados por los órganos administrativos de Auroville esta última opción para los que viven y trabajan en la ciudad, no para los turistas.
Control y exaltación del líder
"Para visitar los monumentos y hacer actividades te pedían registrarte. Me daba la sensación de que estos registros y las tarjetas de crédito, aunque decían que eran para agilizar y facilitar la vida en Auroville, solo servían para controlar a los que estábamos ahí", explica la barcelonesa. Además, esa sensación se acentuaba por la constante presencia en toda la ciudad de cuadros de los líderes fundadores, Alfassa conocida como La Madre y el gurú Aurobindo. "Hasta cuando ibas a la panadería te encontrabas su retrato, ahí, mirándote", asegura.
Incluso el templo que se sitúa en el centro de la ciudad, el monumento más famoso de la ciudad, está dedicado a La Madre, Aurobindo y una extraña mezcla teológica entre ellos y Dios. No es la única referencia a esta adoración constante de estas figuras. El nombre de la ciudad ya lo dice todo: Auroville, una suma de Aurobindo y 'Ciudad del alba' en francés, idioma de la excolonia francesa india donde se encuentra la ciudad. "Auroville es un lugar... curioso, peculiar", añade Raquel. En definitiva, una mezcla extraña de sensaciones, algunas de ellas encontradas, entre un buen proyecto, una utopía gentrificada y una comunidad con tintes de secta.