Vives en una sociedad fundamentada en la cultura del esfuerzo. Una que se enorgullece del trabajo duro. De la dedicación sin descanso. De las metas que se alcanzan con sudor y lágrimas. Y es cierto que en algunos momentos puntuales de tu vida tendrás que darlo todo. No obstante, y como dice el psicólogo estadounidense Mark Travers en una publicación para Psychology Today, “a veces esforzarse más para que las cosas funcionen no es la respuesta”. A veces, en lugar de echarle cada vez más horas al curro, cada vez más intensidad, cada vez más dolor, debes implementar estrategias que te permitan ser más eficiente y conseguir más con menos. Es el verdadero truco del trabajador feliz.
¿Pero qué estrategias son esas? Una de ellas, según el propio Travers, es adaptar tu espacio de trabajo a tu personalidad. Por ejemplo, y si eres una persona con tendencia a la distracción, configura un espacio de trabajo muy minimalista y con muy pocos estímulos. Piensa que cada vez que te desconcentras, cada vez que sales del modo trabajo, cuesta más regresar y continuar con lo que estabas haciendo. De hecho, y para aquellas personas que son muy extrovertidas y sociales, el psicólogo recomienda conseguir un espacio de trabajo privado para no entrar todo el rato en interrupciones por conversación. Especialmente si además son muy ansiosas. Así lograrás terminar tus tareas a tiempo.
Las largas jornadas: sinónimo de improductividad
La segunda estrategia consiste en hackear tu síndrome del impostor. Como recuerda Travers, “la creencia infundada de que no eres tan bueno en tu trabajo como otros creen que eres afecta al 65% de la fuerza laboral actual, según una encuesta de 2021 realizada por la firma global de muestreo en línea InnovateMR”. Y ese sentimiento evidentemente afecta a tu productividad: la desconfianza en los avances que vas haciendo te frenan, la falta de autoestima profesional reprime tu creatividad, la revisión de las cosas una y otra vez te ralentiza... Es importante que comiences a tener fe en tus capacidades. Si estás ahí, si todos piensan tan bien de ti, es porque lo vales. Sin matices. Punto.
Por último, Travers te anima a no culparte inmediatamente de tu baja productividad. Si estás intentando incrementar tu eficiencia en el curro para no tener que esforzarte tantísimo y no lo logras, quizás, solo quizás, la culpa sea de la empresa. “Es importante que admitas que tu bajo rendimiento puede ser el resultado de un entorno de trabajo tóxico: largas horas de trabajo, autonomía limitada, salarios bajos...”. Y con esto no queremos decirte que dejes tu trabajo ahora mismo. A veces es más complicado que eso. Pero sí que te encamines poco a poco hacia otro. Al fin y al cabo, “ninguna cantidad de trabajo puede hacerte feliz en un lugar de trabajo tóxico”. Siempre será duro.