3 claves para desenvolverte en una oficina por primera vez

Más allá de las habilidades del puesto. Más allá de los conocimientos técnicos. Más allá de la formación. Tu adaptación depende de algunas verdades casi universales

Tu primera vez en una oficina. Tu primera vez en un entorno en el que las reglas no son exactamente las mismas que las que gobiernan fuera. Y estás nerviosx. No porque no sepas hacer las tareas que deberás completar. No porque tengas muchos conocimientos que aprender sobre la materia en cuestión. No porque te falten ciertas habilidades claves. Todo eso es cierto pero también normal: acabas de salir de la carrera y tu camino profesional tan solo empieza. Ya irás ganando expertise. Lo que te agobia de verdad, lo que te está robando el sueño, es que no sabes desenvolverte en un ambiente así. Y Tim Elmore, especialista en life skills para las nuevas generaciones, tiene unas cuantas verdades para ti.

La primera de ellas es que la influencia aumenta al proporcionar el recurso más escaso. O dicho de otra manera: si quieres ser imprescindible, si quieres permanecer y crecer dentro de la oficina, trata de ofrecer al equipo aquello que nadie más puede o quiere ofrecer. No te rayes tratando de ser unx todoterrenx que lo hace todo. Sé versátil, sí, pero encuentra algo que sea necesario pero escaso y céntrate en ello. “Así es cómo funciona el mercado: oferta y demanda. De hecho, cuanto más escasa sea tu capacidad, más influencia y remuneración deberías recibir”, apunta el propio Elmore. Pero realiza este proceso con tranquilidad. No parezcas desesperado por destacar. Espera tu oportunidad.

La segunda de ellas es que la autonomía aumenta con la productividad. “Aquellos que demuestran que son productivos y necesitan ninguna o poca supervisión para cumplir y superar las expectativas disfrutan de mayores niveles de libertad. Porque la libertad no es gratis. Se gana”, añade este experto. Si acabas de llegar, si aún no dominas el trabajo a la perfección, no exijas trabajar desde tu casa todos los días, sentarte en la cafetería de la oficina a currar tranquilamente o hacer determinada tarea a tu manera. Esos privilegios los irás ganando cuando demuestres lo que tú ya sabes pero el resto aún no: que eres responsable y eficiente y te bastas para organizarte debidamente. Paciencia.

La tercera y última de ellas es que los ascensos siguen a las pruebas. Da igual si tienes un súper máster en tu haber. Da igual si estudiaste en la mejor universidad. Da igual si vienes con recomendación. Al final, y cuando se trata de valorar a alguien, lo que importa, o al menos lo que debería importar, es el rendimiento. Especialmente el rendimiento creciente y no la actitud de hacer lo mínimo posible. En palabras de Elmore, “hacer un trabajo no equivale a progreso”. Así que no des nada por hecho ni tampoco vayas desanimado por tener menos formación o experiencia que el resto. Tu profesionalidad marcará el resultado. Pero tampoco te mates: es solo un trabajo más.