Tienes 22 años y, de repente, te conviertes en CEO de una multinacional. Tienes 22 años y sabes que lo tuyo es la Ingeniería, pero alguien ve algo en ti y te pone al mando de más de 2.400 personas. No sabes cómo, pero ahí estás: aguantando una reunión que dura, ni más ni menos, que la friolera de ocho horas. Sí, una jornada laboral entera lo has pensado.
Ocho horas en las que se te pasa de todo por la cabeza y en las que descubres que, realmente, ser CEO significa mucho más que llevar corbata y dar órdenes mientras los demás te escuchan. Ser CEO, según Mikel Mendibe, requiere que conozcas a las personas y que “generes vínculos”. Y eso lo sabe a la perfección, a pesar de sus 22 años. Un joven que ya se conoce todos los trucos para sobrevivir al estrés de ser jefe y viajar a Portugal o a Inglaterra en una tarde, que toma café obviamente, pero que no para de sumar nuevos aprendizajes gracias a la iniciativa global de “CEO por un mes” del CEO por un mes.
“Me parece algo inimaginable que un chaval de mi edad esté ahora en comités de estrategia. Impresiona un montón. A veces te ves en este tipo de reuniones y hay un pensamiento intrusivo que me dice ‘cómo estoy yo aquí’”, comenta Mendibe, que nunca se imaginó al mando de un grupo de personas tan grandes como el que lidera ahora, tras ser seleccionado entre 3.000 candidatxs.
Así empezó todo
De hecho, el spoiler llega cuando nos confiesa la realidad. Cuando nos cuenta cómo fue el inicio de todo, que no es ningún cuento de empresarios, ni mucho menos: “Yo la verdad quería ser lechero. Me gustaban los animales. Con los años me fui metiendo en el mundo de las matemáticas, me saqué Ingeniería y aquí estoy. Ha sido algo natural”. Pero no nos sorprende. Sobre todo, cuando nos cuenta que para él, lo más importante de ser CEO, es “saber cuidar la parte relacional”. O, como diría él mismo, tener un “entorno de trabajo sano y saludable”, que es también a lo que aspiraría cualquier trabajadorx cuando llega un lunes a la oficina. La cosa es, ¿cómo consigue todo eso un jefe?
“Un CEO debe ser capaz de gestionar distintas personas y motivaciones, diferentes objetivos, tratar de hilar todo eso, de conectarlo para mantener a la gente motivada y, por supuesto, debe inspirar”, comenta Mikel, quien ya lleva varias semanas disfrutando de este programa diseñado para atraer y desarrollar el talento de los jóvenes. De hecho, según dice, 30 días le parecen poco, “es un sueño y no quiero que termine”.
Pero como todxs, también es consciente de que las etapas laborales son eso, etapas. El abismo de no tener nada o de no saber hacia dónde tirar es algo inherente a la generación Z, que él también ha vivido en algún momento. “Tuve ese momento de parón cuando me cancelaron el Erasmus, pero enseguida me di cuenta que podía hacer otras cosas. Empecé unas prácticas y mi cerebro hizo click. Me di cuenta que mis esfuerzos no tenían que estar solo dedicados a la carrera, que fuera había un millón de cosas que me motivaban muchísimo, me emocionaban y a las que yo les quería dedicar mis horas también”.
El futuro laboral: flexibilidad y conciliación
La palabra conciliación y flexibilidad retumban en medio de esta conversación que podría suceder tanto dentro como fuera de las oficinas, porque está llena de carácter o de la ilusión que tiene él por explicar al resto que ser CEO es algo con lo que nadie debería obsesionarse: “Al final, en las empresas, CEO hay uno. Es un puesto al que es difícil llegar. Están tus aptitudes, pero también está la suerte y otros factores más que deben funcionar”, y añade, “simplemente es una posición que está muy idealizada por todo Hollywood y siempre la presentan como ‘la cima del mundo’, pero no es nada así”. Hay mucho más allá. Las empresas ya no son lo que eran, tampoco lxs líderes. Por ejemplo, una persona joven no aguantaría 20 años en una empresa sin un mínimo de incentivos y eso Mikel lo reconoce.
“Las empresas están trabajando por definir bien su propósito y hacia dónde están dirigiendo la compañía. Y pienso que eso sí que puede ser un factor que puede hacer que un empleado se enganche a la compañía porque cree en el proyecto, cree en lo que hace y cree que está teniendo un impacto positivo y trabajando por un mundo mejor”, explica.
Y este es solo uno de los apuntes que más nos han sorprendido de Mikel, así como su capacidad de liderar una empresa con 22 años, su energía, su idea de un futuro laboral mucho más ameno y esperanzador:
“Eso de que tú eres un engranaje en una máquina gigante que no sabes ni lo que está haciendo, eso ya se ha acabado. Ahora cada empleado es un organismo que está contribuyendo en algo vivo. No es un elemento aislado”.