La razón por la que se te cierra el estómago cuando tienes estrés

A algunas personas también les da por comer compulsivamente. En cualquier caso, depende de si experimentas un estrés crónico o un estrés agudo puntual.

Del estrés se han dicho muchas cosas negativas: que si debilita el sistema inmune, que si empeora el sistema cardiovascular, que si resta capacidades cognitivas... Y todas ellas son ciertas. Se trata de un estado que verdaderamente merma tu salud en muchos sentidos. Incluso a través de la comida. Tal como explican desde el medio especializado LiveScience, "el estrés también tiene un gran impacto en nuestro apetito dado que nuestro cerebro y nuestro intestino están en comunicación constante". ¿Pero por qué impulsa a algunas personas a comer compulsivamente y cierra totalmente el estómago de otras?

Según la hipótesis dominante, la respuesta está en el tipo de estrés que se experimenta. Así, "el estrés crónico parece estar relacionado con una mayor ingesta de alimentos ricos en calorías, azúcares y grasas, mientras que es más probable que el estrés agudo suprima el apetito y genere la sensación de un estómago apretado". El segundo es repentino, muy intenso e inesperado. El primero es menos intenso pero se mantiene activo durante muchísimo más tiempo. De ahí la importancia de que te analices a ti mismx, acudas a unx especialista y descubras qué variedad de estrés padeces. Es la clave.

Los mecanismos que operan en cada caso son diferentes. En el caso del estrés crónico, comes muchas más porquerías porque, según dice la nutricionista Ashley Bannister, "se ha demostrado que los alimentos con alto contenido de grasa y azúcar reducen la respuesta del cuerpo al estrés". Quizá por una cuestión molecular. Quizá simplemente porque son alimentos muy sabrosos que liberan hormonas de recompensa en tu cerebro que te hacen sentir más relajado, además de opioides como las endorfinas con los que aumenta tu bienestar. Poco a poco y por habituamiento, tu cerebro necesita más excesos.

Qué ocurre cuando no hay apetito

En el caso del estrés agudo, ese que sientes en momentos concretos de tu vida, el mecanismo que conduce a la falta de apetito es la liberación masiva de la epinefrina, una hormona de las de lucha o huida que te quita las ganas de comer. Es como si alguien cerrara las compuertas de tu estómago. También se producen bajo este estado desajustes en la producción de las hormonas del hambre como la grelina, encargada de estimular el apetito, y la leptina, encargada de generar sentimientos de saciedad. Y otras sustancias como las orexinas también parecen modificar los comportamientos alimentarios en situaciones así.

Tu fisiología es muy compleja. Y desde luego no puedes hacer nada para que la dopamina, la endorfina, la epinefrina, la grelina o la leptina actúen de otra manera. Lo que sí puedes hacer es intervenir antes para evitar las circunstancias estresantes que las motivan. En concreto, señalan desde LiveScience, debes "crear una caja de herramientas para reducir el estrés que puedas usar en momentos de estrés". Una ajustada a ti. Una que diseñes tras mucho ensayo y error. Una que te permita lidiar con él sin recurrir a alteraciones alimentarias. Y no te olvides de la alimentación consciente. Puede ser de gran ayuda.