Somos una sociedad hipócrita. Y lo sabes. Condenamos enérgicamente todo tipo de drogas ilegales pero ponemos el alcohol en un pedestal y lo consumimos con total naturalidad como si fuera algo completamente diferente. Pero es una droga. De hecho, y según una investigación que se publicó un par de años atrás en la prestigiosa revista Frontiers, se trata de una de las más peligrosas. Tanto para la salud individual como para la salud social. Y los gobiernos de algunos de los países con mayor tradición alcohólica del mundo parecen dispuestos a llevar a cabo un ejercicio de reflexión y coherencia para replantearse el papel de esta sustancia entre sus fronteras. Con Irlanda a la cabeza.
Como explican desde Xataka, Irlanda ha decidido “que desde el 22 de mayo de 2026 serán los primeros en el mundo en exigir en las bebidas alcohólicas etiquetas sanitarias”. Eso implica no solo una presentación detallada de su composición nutricional, básicamente calorías vacías que, si las vieras en cifras, probablemente te hiciesen replantearte tomarte ese gintonic, sino también una explicación de los riesgos que lleva asociados su consumo: una mayor probabilidad de padecer cáncer, una mayor exposición a las enfermedades hepáticas y un sinfín de males más probados por la ciencia. Una medida valiente. Al fin y al cabo, Irlanda es uno de los países europeos donde más alcohol se consume.
Además, la medida también obligará a las marcas fabricantes de bebidas alcohólicas a dirigir a los consumidores al sitio web del Ejecutivo del Servicio de Salud Irlandés, donde podrán obtener mucha más información adicional sobre las consecuencias del consumo de alcohol para la salud física y la salud mental. Porque no lo olvidemos: el consumo de alcohol puede empeorar los trastornos mentales. Mereces saberlo. Tú y todas las personas que se meten alcohol entre pecho y espalda como quien bebe agua. De la misma manera que nos merecíamos ver señales de advertencia en las cajetillas de tabaco. Quizás no cambien las cosas de la noche a la mañana, pero ayudan en el largo plazo.
Y, quién sabe, tal vez en unas décadas consigamos vivir en una sociedad libre de alcohol. Una que no necesita de sustancias alteradoras de la conciencia para reunirse y disfrutar de la vida. Lxs jóvenes, por el momento, parecen apostar cada vez más por un mundo de ese tipo: como explicaba “Victor Warhem, representante del Centro de Política Europea en Francia, los comportamientos de las generaciones jóvenes se alejan cada vez más del alcohol, está cada vez menos asociado a la celebración y la diversión”. Puede que esfuerzos como el del gobierno de Irlanda, que seguramente despierten polémica y oposición, marquen el camino hacia ese futuro. Solo el tiempo lo dirá.