Empezó en Galicia como una medida más para evitar la propagación del covid: prohibir fumar en sitios públicos. Se fue extendiendo por diversas comunidades hasta que, de forma estatal, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunció que la medida se extendería a todo el país. Quedaba prohibido fumar en espacios al aire libre si no se puede respetar una distancia interpersonal mínima de 2 metros. La razón está respaldada con evidencia científica, como explica Maldita aportando datos en un artículo muy completo, “fumar aumenta las posibilidades de contagio de coronavirus”.
Estas nuevas normativas van más allá de las prohibiciones ya existentes, las leyes antitabaco del 2006 y la del 2011, impulsadas ambas por el Gobierno de Zapatero, que impedía fumar en espacios cerrados como oficinas, bares, restaurantes, discotecas, centros culturales, etcétera. La decisión fue tomada para combatir el tabaquismo y proteger “a los menores y a los no fumadores”, según la ley. Y ahora que se han prohibido, temporalmente, los espacios donde estas leyes permitían fumar es decir: terrazas de bares y lugares públicos al aire libre, aparece un nuevo debate: ¿deberíamos prohibir para siempre fumar en sitios públicos? Los argumentos esta vez se parecen, mucho, a los que ya se usaron en 2006 y 2011, por ambos lados.
Por una parte, los que estaban a favor de prohibirlo, que consideran que el tabaquismo es un problema según el Ministerio de Sanidad mueren 50.000 personas al año por enfermedades derivadas de su consumo y que debería haber leyes para prohibirlo y así reducir su uso. No obstante, este argumento se desmonta con datos: aunque la ley funcionó durante los primeros años se redujo el número de fumadores un 2%, “en 2005, cuando se promulgó la primera ley antitabaco, fumaba el 32,8% de la población. En 2015, el 30.8%”, según los datos que recoge eldiario.es, en el último lustro el efecto de la ley antitabaco se ha desgastado “y se vuelve a fumar más que antes de promulgarla. Ahora fuman un 34% de los españoles”.
Otro de los argumentos principales de las leyes de Zapatero y que los detractores del tabaco invocan, de nuevo, es para proteger la salud de los no-fumadores y los niños. Al fin y al cabo, los llamados “fumadores pasivos” también sienten los efectos nocivos del tabaco, a pesar de que no lo consuman, por estar rodeado de él. Que te echen el humo en la cara “es molesto” y “los ambientes totalmente libres de humo son más sanos para la salud de todos sus trabajadores y clientes, sean o no fumadores”, según Nofumadores.org.
Otro punto que usan es que los trabajadores de bares abiertos y terrazas también tienen derecho a trabajar en espacios libres de humo, sin tenerse que ver afectados por la humareda del tabaco. Un motivo muy parecido al de la ley de 2011, que prohibió fumar dentro de bares para proteger a los trabajadores que tenían que estar encerrados y expuestos de forma pasiva al humo constante que se generaba en los locales.
En la otra parte de la balanza, están los que piden que esta prohibición sea solo temporal. Primero, porque atenta a “las libertades individuales” y al libre albedrío de aquellos que decidan fumar. Además, según la Mesa del Tabaco, España ha eliminado la mayoría de espacios donde se pueden fumar y la sociedad se ha “adaptado bien” a las leyes de 2006 y 2011, fumando “de forma respetuosa” solo en los lugares donde está permitido.
Por último, como añade la Unidad de Tabaquismo de Madrid a eldiario.es, para prohibir el tabaco definitivamente se deben crear más centros especializados y facilitar más tratamientos, puesto que es una adicción que debe tratarse para poder dejarla. Incluso si llegase a prohibirse el tabaco sin invertir mucho en estas terapias, “no disminuiría su uso, aumentaría el mercado negro”, aseguran. El debate, sin una respuesta concluyente, tiene muchos matices a tener en cuenta. Lo que está claro, es que de momento, hasta que dejemos de llevar mascarillas, la nueva normativa sobre el tabaco seguirá vigente.