El renovado encanto de ser normie

La hiperpersonalización estética está agotada. Lucir básico vuelve a tener su aquel

La hiperindividualidad ya no da para más. Esa romantización del ser diferente a través de la ropa que usas, de la música que escuchas, de la gente de la que te rodeas y del rollo filosófico que llevas ha sido tan explotada en los últimos años y tan asimilada por todxs que ahora no es más que una forma complicada de vivir en el mainstream. Es agotador. Es fake. Y es pretencioso. Piénsalo: ¿qué necesidad hay de personalizarlo todo para que lleve tu sello y que la gente piense que tu esencia es maravillosamente única? Es muy mírame. Es muy necesito que me valores. Y quizá por eso la cultura Z está cambiando poco a poco y está volviendo a encontrarle el encanto a eso de ser normie.

Los muchos atractivos de la normalidad

La normalidad vuelve a estar hot. Y una de las razones es que también dice mucho de ti: vestir vaqueros de toda la vida, camisetas básicas y camisas con botones sencillas es una manera de expresar conformidad con unx mismx. De decirle al mundo que no estás desesperadx porque te reconozca entre la multitud. Que estás chill. Que diferenciarte del resto no está entre tus obsesiones vitales. Y eso es un mensaje muy potente. No es un no saber vestir cool. No es un pasar de todo. Es un mi cuerpo no es un escaparate de mi personalidad y si quieres conocerme acércate y hablamos. Y, aún así, tampoco te esperes que sea súper especial en todo. Porque ser normal es algo bueno.

Y este es otro de los atractivos de la normalidad: te lleva de vuelta a lo más bonito de la humanidad y que es el sentido social. Sí, con la hiperpersonalización de tu estética y de tu vida te diferencias del resto en lo superficial y, de alguna manera, estás gritando que te sientes separadx del resto del mundo. Pero no es así. Detrás de lo pomposo, de lo único, de lo extremadamente singular, se esconde una persona que comparte casi todo con el resto. Eres vulnerable. Eres emocional. Necesitas trabajar para vivir. Necesitas que te cuiden. Y cuidar. Necesitas sacarte el estrés de encima. Y no sufrir demasiado. Es más lo que nos une que lo que nos separa. Y ser normie lo reivindica.

Eso es muy importante en una época de auge ultraderechista que trata de polarizarnos y separarnos. Que incentiva tu individualidad y la de quienes te rodean para que no hagáis piña. Porque las piñas son muy fuertes. Quieren que estés todo el rato compitiendo con la de al lado. Que te pases la vida en internet buscando cosas que te hagan parecer muy especial. No quieren que dejes todas esas cosas de lado y empieces a quejarte de lo que de verdad importa: de que tu sueldo es una mierda y de que comprarte una casa es una utopía. En un mundo de hiperindividualismo, lo que hace especial a la gente es tener vínculos sociales potentes. Es triste pero es bastante así.

Cuidado con lo retronormie

Ser normie vuelve a tener gracia. Por todo lo anterior y porque además representa un modo de vida mucho más relajado y despreocupado. Me pongo este pantalón vaquero y esta camiseta negra y tiro para afuera. También un modo de vida más abierto: no te limitas con accesorios y movidas que expresan mucho de ti ni excluyes a nadie. No obstante, no hay que confundir este tipo de normalidad saludable con el rollo retronormie que alguna gente anda preconizando en redes y que habla de lo maravilloso que es volver a la vida simple sexista de antes. Ser un marido duro y trabajador. Ser una esposa sumisa y dependiente. Vestir de género canónico. Ese rollito ya no cuela.