Las víctimas de los narcicistas tienen nombre: son ecoístas y preferirían no existir

De tanto escuchar los logros de otro, acaban siendo personas con baja autoestima que se sienten obligados a permanecer siempre a la sombra para que nadie note que existen

Todos conocemos el mito griego de Narciso, pero muy pocos recuerdan a Eco, la ninfa que se enamoró de él, y que ya estaba condenada por Hera a repetir la última palabra de las personas con las que hablaba, además de haberle arrebatado su voz, tras descubrir que su misión era entretenerla mientras su esposo Zeus visitaba a otras ninfas. Y es que Eco fue no solo fue silenciada y rechazada por Narciso, este también se burló de ella por su singular característica y por ello huyó hasta una cueva donde se ocultó y acabó por consumirse.

En la actualidad, la figura de esta ninfa representa a todas aquellas personas que, influenciadas por personas narcisistas, han dejado de prestarse atención, viven en la sombra y se dedican a nutrir emocionalmente a los demás. Lo que se conoce como “ecoísmo”, término utilizado por el doctor y profesor de psicología Craig Malkin para referirse a ese rasgo de personalidad que está presente en quienes viven presionados por una figura narcisista, que desgraciadamente, a día de hoy, son muchas debido al crecimiento exponencial del narcisismo en nuestra sociedad. Ahora bien, ¿qué más hay detrás de ellas?

Personas sensibles y silenciadas

Si tuviéramos que definir de forma breve a las personas ecoístas podríamos decir que son aquellas que tienen un profundo temor a ser concebidas como egocéntricas, narcisistas y egoístas. De modo que son afectuosas y están pendientes de los demás, pero se sienten realmente incómodas si son el centro de atención, razón por la cual desean a toda costa pasar desapercibidas. Así, no es raro que no expresen sus necesidades y que tiendan a priorizar a los demás; puede más su miedo a la grandiosidad extrema que a destacar o simplemente a mostrar que también están ahí. Prefieren estar sin estar. Así suelen ser perfiles pasivos y poco asertivos.

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Eso sí, aunque rechacen ser el centro de atención de las miradas de los demás y huyan de ello, no quita que no sean sensibles. Todo lo contrario: lo son y mucho y por ello suelen avergonzarse cuando las castigan o reprenden. De hecho, se cree que el ecoísmo puede ser un tipo de introversión defensiva, en el que la persona piensa que si pasa desapercibida habrá muchas menos posibilidades de ser humillada o dañada. De alguna forma, piensan en la invisibilidad como un mecanismo de protección, “si no me ven, si no destaco, no podrán hacerme daño”. De ahí que se silencien a sí mismas y no expresen sus necesidades, más bien las ocultan. Esto las lleva a pensar que el amor de los demás no se gana a través de la exigencia, sino cuando se da lo máximo posible. Por lo tanto, se entregan de forma exagerada a los demás hasta incluso llegar a anularse a sí mismas y establecer lazos de dependencia emocional. Sin embargo, no por ello se encuentran felices en sus relaciones, pues están equivocadas: no es posible sentirse bien cuando uno se niega a sí mismo hasta el punto de casi desaparecer, por lo que la insatisfacción y la infelicidad son más comunes en su día a día.

¿Y qué hay de su autoestima? Pues como podemos intuir, el ecoísmo no está relacionado con una alta autoestima, todo lo contrario, ya que las personas que presentan este rasgo de personalidad creen que no son dignas de ser tenidas en cuenta y tampoco confían en su valor ni capacidades. Apenas tienen amor propio y si en algún momento aparece, se encargan de que desaparezca, pues su presencia indica la posibilidad de destacar en algo y eso no pueden permitírselo.

Otro aspecto que las define es su gran incapacidad de saber lo que quieren. Algo normal si tenemos en cuenta que están siempre enfocadas al exterior y a los demás. Los ecoístas pueden ser expertos en las necesidades de los demás, pero no tienen ni idea de cuáles son las suyas o incluso de que estas existan, razón por la que pueden perder la conexión con su yo. De hecho, si alguien les pregunta qué quieren o necesidad pueden sentirse muy perdidos y agobiados, pues nunca se lo han planteado y esto les lleva a sentirse inútiles e impotentes. Así, el ecoísmo en su forma extrema lleva a que la persona renuncie a su propia voz y al aislamiento.

¿Qué hay detrás del ecoísmo?

Sin duda, el ecoísmo llama la atención no solo por todo lo que conlleva, sino por su gran presencia en la actualidad y la paradoja de la que es partícipe. Pues a pesar de que estas personas experimentan verdadero temor ante la idea de ser concebidas como narcisistas por los demás, se sienten atraídas por ese tipo de comportamiento. O sea, son atraídas por aquello de lo que huyen. Esto ocurre precisamente porque así ellos ocupan todo el espacio y pueden seguir pasando desapercibidas, eso sí a costa de su invisibilidad a todos los niveles.

Otro dato curioso es que este rasgo de personalidad suele tener su origen en la infancia, donde alguno de los progenitores tenía una personalidad narcisista y se construyó un vínculo de apego inseguro. O bien, puede que se haya desarrollado más adelante por el contacto con un narcisista, la cuestión es que la persona ha aprendido a dejarse de ver, para ver a los demás, a silenciarse y a no tenerse en cuenta. Aún así es importante tener en cuenta que no todos los niños con padres narcisistas desarrollan ecoísmo, ni todas las personas que se han relacionado con personalidades de este tipo.

La pregunta es: ¿es posible salir de la cueva del ecoísmo? Por supuesto, aunque no hay que llegar al extremo de Eco, la cual se sirvió de Némesis para pedir venganza, la cual castigó a Narciso enamorándolo de sí mismo, pero ella no recuperó su oratoria. Es lo que tiene la venganza: nos impide avanzar mientras nos consumimos a nosotros mismos

La cuestión está en trabajar en uno mismo: en nuestra autoestima y valía personal, en descubrir que tener voz y hacernos visibles no es egoísmo, si se tiene respeto. Y que expresar nuestras necesidades tanto a nosotros mismos como a los demás es sinónimo de dignidad. Porque a veces también tenemos que mirarnos al espejo, eso sí con cuidado de no quedar prendados de nuestro reflejo.

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