No hablo de ese momento puntual en el que con altas dosis de alcohol en vena te vienes arriba en la pista de baile con un movimiento súper sensual, porque esa ilusión rara vez supera el primer resbalón sobre un cubata ultradeslizante. Hablo de tener una percepción prolongada en el tiempo de que eres muy atractivo sexualmente. No conozco prácticamente a nadie que realmente se considere sexy, y de los cuatro que supuestamente lo hacen, suele venir siempre de la mano de una actitud muy exagerada y teatralizada al respecto. Casi diría que esta gente es capaz de verse así porque en realidad no están viéndose a sí mismos, sino a un personaje que han desarrollado.
Podemos ver sexys a los demás, pero no a nosotros, por eso la gente que ha creado ese “otro yo” sí que tiene esa capacidad. Aunque imagino que si rascáramos un poco la superficie del personaje y llegásemos a la persona, las inseguridades que relucirían serían exactamente las mismas que en los demás.
Igual alguien me está leyendo y pensando: “Pues yo me siento jodidamente sensual, no sé de qué habla esta mamarracha” y lo mismo tiene toda la razón, pero tengo la sensación de que a nivel social se mezclan constantemente los conceptos de belleza y popularidad con el de atractivo sexual. Pongamos, por ejemplo, a una persona que tiene, en general, una muy buena percepción de sí misma: está a gusto con su cuerpo, con su forma de ser, se siente satisfecha con su capacidad intelectual y suele tener a una cantidad importante de gente interesada en conocerla y acostarse con ella.
¿Quiere eso decir que la persona se siente sexy? Te puedes gustar mucho, pero tener una percepción erótica de ti mismo es otro cantar. De hecho, cuando he leído entrevistas de actrices o modelos consideradas auténticos iconos sexuales, he podido comprobar que ellas nunca se veían a sí mismas como sexsymbols. Parece entonces que no es algo limitado a la gente “corriente”, es que ni siquiera quienes por consenso son considerados como el top mundial del atractivo sexual pueden percibirse de esa forma.
¿Qué ven los demás que nosotros no podemos ver?
Creo que, aun teniendo una confianza bastante sólida en ti mismo, si te pones a darle vueltas al porqué “le pones” a alguien siempre acabarás lleno de dudas. Y seguramente tenga mucho que ver con que lo que pensamos que importa a la hora de ser atractivo y lo que realmente importa no tienen mucho que ver. Si te planteas por qué le pones tú y no otra persona, seguramente estés barajando esencialmente los criterios de belleza e inteligencia, y siempre se cruzarán en tu mente mil posibles candidatos que puedan superarte en uno, otro o ambos.
Pero lo que realmente hace que a alguien le pongas, y la razón por la que nosotros no podemos vernos de esa forma, es que todas las cosas que hacen que seas jodidamente sexy nunca podrás verlas. Porque la atracción sexual es algo irracional, que no se puede medir y encajar en un par de criterios estandarizados. Y tú nunca podrás apreciar cómo los demás se sienten cuando estás cerca, al oír tu voz y tu risa, y ver los gestos que haces al hablar. Lo que nos pone es una forma de mirar, no un color de ojos, ¿y quién es capaz de entender qué transmite su mirada?
Crédito de la imagen: Theo Gosselin Música: Kevin MacLeod Locución: Jesús Ranchal
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