Existen personas cuya personalidad desafía completamente la genética humana prosocial: prefieren estar solas, no se sienten estrechamente vinculadas a otras personas y, lo más importante de todo, no se ven afectadas emocionalmente ni psicológicamente por ello. La soledad les sienta bien de manera natural. Pero hay otras personas que experimentan el clásico apego humano y, sin embargo, son incapaces de construir las relaciones profundas que necesitan para estar emocionalmente estables. Viven en un constante quiero y no puedo. La psicología moderna las conoce como personas con apego evitativo. Y es una movida.
Según explican desde el Instituto Superior de Estudios Psicológicos, en las personas con esta personalidad "se observan conductas como poca autonomía emocional, miedo a la intimidad, dificultad para establecer relaciones y para las manifestaciones afectivas, ideas pesimistas sobre el amor, aparente facilidad para la ruptura e inseguridad". El problema, como pasa con tantísimas otras conductas psicológicas problemáticas, es que no resulta nada sencillo darse cuenta de ello. Al menos cuando tienes veinte años. Poco a poco, con un historial sentimental y vital claro, puedes empezar a atar cabos y descubrir que algo no va bien.
Rara vez piden ayuda
Pero incluso entonces resulta complicado. Como cuenta la psicóloga francesa Gwénaëlle Persiaux en un artículo para Psychologies, "estos pacientes no son fáciles de ayudar". En primer lugar, porque "las personas evitativas rara vez piden ayuda". Esas mismas dificultades que encuentran para conectar con los demás les suponen una barrera a la hora de confiar sus sentimientos a unx desconocidx sentadx en una silla, por muchos diplomas que haya colgados en las paredes. Y, en segundo lugar, porque a menudo se muestran "escépticos sobre el valor de la terapia". Pero, si sospechas que podría ocurrirte, debes hacer un esfuerzo.
Aunque el apego evitativo puede estar presente en tu vida de otras maneras. Por ejemplo, a través de un amigx de toda la vida; unx que, cuando te paras a pensarlo detenidamente, sientes que no conoces realmente, o no tanto como deberías. Lleva toda la vida evitando abrirse ante ti. Moviéndose alrededor de tu vida como una sombra o a través de una pareja. Una que, aunque sabes que te necesita y ama, se aleja con frecuencia y se muestra muy reacia a mostrar cómo se siente. Al principio puedes pasarlo por alto, pero en algún momento comienza a ser desesperanzador. Quieres una conexión profunda y real. Y no la tienes.
Pero eso no implica que debas salir corriendo. Todo lo contrario: es una oportunidad para mostrar empatía. En palabras de Persiaux, "hay que tener en cuenta que esta forma de comportarse fue en algún momento, sobre todo en la infancia pero quizá también en la edad adulta, la mejor manera que tuvo para protegerse". Por eso debes animarle a expresar sus sentimientos, pero sin reproches ni presiones. Eso solo hará que se cierre más en sí mismo. Y, créelo, "en realidad tiene miedo: solo que no sabe cómo expresarlo". Y tristeza. Y enfado. Y ansiedad. Sé constante, comprensivx y paciente. Puedes ayudarle a cambiar su vida.