Para comenzar este artículo de una manera sencilla pongamos un ejemplo. Imagínate que cuando eras mucho más joven te fue bien hacer ghosting, es decir, no querías quedar más con una persona y tomaste la decisión de dejar de escribirle y desaparecer. En aquel momento te fue bien, esa persona pilló tu ausencia y se dio cuenta de que aunque de forma equivocada le estabas diciendo que chao. Imagínate que, después de muchos años, no quieres quedar más con alguien y decides hacer lo mismo.
Piensas que, como una vez te funcionó, quizás ahora también. Este es un error común, muchas personas creen que lo que una vez nos hizo acertar, podrá hacernos acertar nuevamente. Es más, hay quienes consideran que si a una persona cercana le funcionó, seguramente a nosotrxs también. A esto se le llama la falacia del martillo de oro o la falacia del martillo de Maslow.
Maslow es el psicólogo conocido por principales exponentes de la psicología humanista, una corriente que explica que existe una tendencia humana básica hacia la salud mental que se manifestaría a través de una serie de procesos de búsqueda de autoactualización y autorrealización, es decir, él creía que las personas seguimos esta tendencia sin que se nos antepongan deseos o ambiciones por delante. Esto no es del todo cierto, desde luego. A través de su pensamiento creó la pirámide de la motivación humana en la que reflejaba que, cuando una persona ve cubierta ciertas necesidades esenciales, desarrollará unas nuevas. Es aquí donde nace la teoría del martillo y surge tras una frase conocida de este experto: “Es tentador pensar que si la única herramienta que tienes es un martillo, puedes tratar cualquier cosa como si fuera un clavo”.
La falacia del martillo de Maslow sugiere que tenemos la tendencia equivocada de que una única estrategia o fórmula será la solución hacia problemas diferentes. Esta falacia se muestra a muchísimas escalas y en problemas que no son importantes, siempre tendemos a pensar que si actuamos como lo hicimos una vez es posible que obtengamos los mismos resultados y no es así. Esto genera un daño, haciendo que no seamos capaces de adaptarnos no solo a nuestros propios cambios sino también a los de nuestro entorno. El martillo de Maslow es todo lo contrario a la adaptación y realmente, cuando somos capaces de adaptarnos a las situaciones, es cuando somos capaces de vivir con mayor tranquilidad y alegría. Así pues, ¿qué podemos hacer ante esto que tenemos tan interiorizado? Es lo que solemos repetir ante otras conductas: conocerse más y mirarse con ojo crítico.
Cuando controlas tus actos y eres consciente de lo que haces puedes entender los motivos por los cuales se generan conflictos o ante qué situaciones te sientes más vulnerable. Quizás ver los problemas antes de que surjan es una forma de adaptarse al cambio pero existen otras que debemos tener en cuenta para no caer en acciones del pasado: establecer nuevas rutinas es una fórmula, debemos aceptar qué necesitamos y qué queremos en el presente para no seguir pensando en las anteriores, debemos conocer qué herramientas tenemos a nuestros alcance para superar los conflictos, para ello, cómo no, hay que salir de la zona de confort, ver que los límites están más abiertos de lo que pensamos y aprender a ser flexibles ante situaciones inesperadas. Todas las veces que te consigas adaptarte estarás madurando y aprendiendo.