Ahora un tono de llamada. Ahora una conversación telefónica. Luego el taladro del vecino, el ruido de los coches que pasan por delante de tu ventana o las últimas canciones de Dua Lipa que te has puesto en los auriculares para sentirte más acompañado y ponerte de mejor humor. Después te pondrás un ratito la radio para enterarte de lo que ha pasado. No puedes estar en silencio. En un mundo cada vez más ruidoso y estimulante, hay quien desarrolla sigefobia, el miedo al silencio.
La sigefobia es un término utilizado por el filósofo español Raimon Panikkar que, como explica un lector en una carta al director del Diario de Navarra, tiene que ver con el desasosiego de estar a solas con uno mismo o la angustia de pensar y mirar hacia dentro. Escuchar la radio, poner música, estar constantemente conectadxs, auriculares, buscar el ruido…son algunas de las consecuencias.
Es posible que incluso para meditar necesites audios o vídeos de Youtube que te guíen o que las primeras veces que fueras a yoga te estresaras al intentar frenar, desconectar y dejarte llevar por cierto silencio. Aunque parezca contradictorio, cuando nos acostumbramos a estar acompañadxs de ruido y estímulos lo que puede generar estrés o angustia es el propio silencio. Para combatirlo, hay que educar un poco a los sentidos y tener paciencia, que es uno de los antónimos de la sigefobia.
La impaciencia, la hiperconectividad y el estrés nos llevan a buscar el ruido. La autosuficiencia y la calma nos reconcilian con el silencio. Como buenos ejemplos de ello, más allá del tópico del ermitaño que se va a vivir a la montaña para desconectar del “mundanal ruido”, hay otros ejemplos curiosos que ha rescatado recientemente Newtral en un vídeo.
Por ejemplo, John Cage, compositor norteamericano del siglo XX, compuso una obra musical basada en el silencio. Durante cuatro minutos y 33 segundos, los músicos no tocan ni una nota en los conciertos sobre esta obra.
Otro caso es el abogado noruego Erlin Kagge, que pasó 50 días caminando solo por la Antártica para desconectar del ruido de la sociedad. Aunque bueno, con la vida que llevas y teniendo en cuenta que no es necesario llevar las cosas hasta el extremo, a lo mejor con un paseo por la playa o por la montaña cada semana en solitario o apagar la radio y la música antes de irte a dormir ya puedas empezar a comprobar si tienes sigefobia o si más bien al contrario, lo que tienes es una necesidad imperiosa de reconectar con el silencio.