Razones por las que defiendes las causas perdidas

Uno puede aliarse a minorías porque realmente le importan, porque refuerza sus creencias o incluso para alimentar su ego

Las causas perdidas a veces no son tan perdidas. Durante siglos, las parejas homosexuales no tenían los mismos derechos legales que las parejas heterosexuales y para llegar a que se reconociera el matrimonio, que aún no han alcanzado a todos los países, se ha tenido que dar una lucha continua de estos grupos minoritarios. Hoy se demuestra que no era una causa perdida luchar por la igualdad. Hay quien lidera esas luchas, hay quien se suma al vagón de cola y hay quien se beneficia de ellas. No siempre los que integran las luchas forman parte de las minorías que piden derechos. Pero, ¿qué es lo que te motiva para defender esas causas perdidas o minorías? 

Según explica un artículo reciente de Psychology Today citando el estudio “Beyond Allyship”, publicado en Personality and Social Psychology Review por la profesora de la Universidad de Edimburgo Helena R.M. Radke y cuatro expertos más, existen cuatro motivaciones diferentes para enrolarse a las luchas de las minorías. La primera es la ayuda genuina, la que personas privilegiadas prestan a esos colectivos oprimidos o discriminados. Es una ayuda que en general prestan más allá de mínimas gestiones como firmar una petición, también cuando requieren un esfuerzo. Las personas que prestan ayuda genuina escuchan y prestan atención a las necesidades de un colectivo a la hora de implicarse. 

La segunda es la ayuda por motivaciones morales, que tiene más que ver con las creencias del ayudante que con las necesidades de los ayudados. Por ejemplo, si el ayudante es muy católico y considera inmoral la pornografía, puede combatirla enérgicamente. En general, estos ayudantes se implican con menor intensidad en más causas. Dar caridad en una iglesia puede ser un ejemplo de ayuda por motivaciones morales, pero no significa que no pueda ser también una ayuda genuina. Para un ateo que cree que la iglesia es inmoral, ayudar a las víctimas de abusos de un cura puede funcionar de una forma similar. 

La tercera ayuda es aquella que beneficia o protege al grupo ayudante. Por ejemplo, los hombres que ayudan a las mujeres feministas en movimientos como el me too pero no en la igualdad salarial, porque es una ayuda que se acaba cuando puede amenazar a los privilegios del grupo al que pertenece el ayudante. El cuarto tipo de ayuda es directamente narcisista o egocéntrica, y son las acciones de ayuda o implicación que hace una persona para ganar fama, notoriedad o popularidad. 

La autora de Psychology Today, además, distingue entre dos tipos de ayuda que atraviesan a todas las anteriores, la responsable y la irresponsable. Una ayuda responsable tendrá en cuenta las necesidades de aquella minoría a la que protege, mientras que una ayuda irresponsable ni tan siquiera escucha al propio grupo o tiene en cuenta cómo le afectarán las acciones del ayudante. En general, las personas movidas por creencias morales o de manera genuina serán más sensibles a lo que piden estos grupos.