Qué es la “enfermedad de la prisa” y cómo combatirla

Esa ansiedad generada por la sensación que tenemos que ser constantemente productivos y que siempre llegamos tarde

En un mundo que parece moverse cada vez más rápido, no es de extrañar que muchos de nosotros nos sintamos atrapados en un ciclo constante de apuro. La “enfermedad de la prisa” no es un diagnóstico médico, pero describe perfectamente esa sensación de estar siempre atrasados, corriendo para cumplir con interminables listas de tareas y luchando contra una ansiedad que no da tregua.

Este fenómeno tiene sus raíces en pensamientos repetitivos de no ser lo suficientemente rápidos o productivos. En la era digital, revisar constantemente las notificaciones y comparar nuestra vida con la de los demás en redes sociales intensifica esta sensación de insuficiencia. Además, quienes son perfeccionistas o están demasiados obsesionados con el logro, suelen ser más vulnerables a este estado.

Estas son las consecuencias de ir con prisa

Las consecuencias de vivir en un estado de constante urgencia son variadas. Uno de los efectos más comunes es el agotamiento, ya que la búsqueda constante de productividad puede llevar al burnout. Este desgaste afecta tanto la salud emocional como la física, generando una sensación de cansancio crónico. También es frecuente la preocupación constante, una ansiedad leve, pero persistente que invade el día a día al pensar siempre en la siguiente tarea.

El estrés crónico asociado con esta enfermedad también puede provocar problemas físicos, como insomnio, hipertensión y un sistema inmunológico debilitado. A esto se suma la fatiga, que aparece al saltar de una tarea a otra sin tiempo para recuperarse. Este estado puede llevar a la obsesión por ahorrar tiempo, lo que a menudo resulta en errores debido a la presión de terminar todo rápidamente. Además, la irritabilidad se convierte en una reacción común frente a cualquier obstáculo, y las relaciones personales pueden deteriorarse al priorizar siempre la productividad sobre los momentos compartidos con los demás.

Si te sientes identificado con lo que hemos descrito, tenemos buenas notícias: no todo está perdido. Hay estrategias que pueden ayudarte a salir de este ciclo de prisa y ansiedad. El primer paso es reconocer las señales. Identifica cómo la prisa está afectando tu vida, ya sea en forma de estrés constante o de una sensación de que nunca tienes suficiente tiempo.

Aprender a priorizar también es fundamental. No todas las tareas tienen la misma importancia, y reorganizar tu lista de pendientes con un enfoque en lo esencial puede aliviar la presión. Al mismo tiempo, tomarte descansos regulares te permitirá mantener la eficiencia sin caer en el agotamiento. Sal a caminar, dedica tiempo a un pasatiempo o simplemente respira profundamente para recargar energías.

La práctica de la atención plena es otra herramienta poderosa. Aprender a estar presente, ya sea a través de la meditación o de ejercicios de respiración, puede ayudarte a reducir la sensación de urgencia constante. Este enfoque se complementa con el autocuidado, que incluye mantener una dieta equilibrada, dormir lo suficiente y desconectarte del trabajo cuando sea necesario.

Si estos pasos no son suficientes, buscar ayuda profesional puede marcar la diferencia. Los especialistas en salud mental pueden ofrecer estrategias personalizadas para gestionar el estrés y la ansiedad asociados con la prisa.