Malditas sean las resacas. Salvo para esas personas que parecen inmunes a ellas, estos episodios conllevan una desagradable cantidad de dolor de cabeza, náuseas, malestar general y sed insaciable. Pero, como explica en un artículo de inmunes el profesor de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Bristol, Craig Gunn, algunas personas lo pasan incluso peor: "según algunas estimaciones, la ansiedad durante una resaca afecta a alrededor del 12% de las personas y puede variar en gravedad según la persona". No solo parece que va a estallarte la cabeza. No solo te arrastras físicamente. También estás psicológicamente rotx.
Mucho cortisol y poca dopamina
¿Pero por qué? En palabras de este mismo especialista, las resacas "no solo causan cambios en nuestro sistema inmunológico, sino que también aumentan los niveles de cortisol a menudo conocido como la hormona del estrés, la presión arterial y la frecuencia cardíaca, cambios que también ocurren con la ansiedad". Y, además, el cerebro también se ve sometido a alteraciones temporales. En concreto, "las investigaciones muestran que la actividad cerebral relacionada con la dopamina es menor durante una resaca". Y, sí, como habrás dilucidado, la presencia de la dopamina es clave para regular los síntomas asociados a la ansiedad.
Estas modificaciones en tu organismo y en tu cerebro tienen otra consecuencia: tienes muchos más problemas para regular tus propias emociones que cuando estás fresco como una lechuga ecológica. Eso significa que cualquier preocupación que tengas, cualquier sentimiento de tristeza, cualquier sensación de remordimiento o cualquier cabreo, tendrán una mayor intensidad y mucho más dominio sobre ti. Como añade Gunn, "tener una mayor dificultad para regular las emociones durante una resaca también podría explicar por qué algunas personas experimentan ansiedad". Los miedos son más fuertes. La incertidumbre más honda.
Tu mente te traiciona
Además, tienes que tener en cuenta que tus funciones ejecutivas se ven sumamente deterioradas durante las resacas. Tu memoria de trabajo, tu pensamiento flexible, tu pensamiento lateral o tu capacidad analítica, que suelen ser bastante pros, de repente son dignas de una medusa. Y esto, lógicamente, incrementa tu ansiedad si tienes cosas importantes que hacer. Porque no te alcanza con lo que tienes. Porque te ves incapaz. Y tus preocupaciones acerca del fracaso y sus consecuencias se intensifican sin fin. Todo esto incrementa el estrés y crea un círculo vicioso. Estás hechx un cuadro. El único camino posible es hacia la cama.
Por último, queda una última explicación complementaria a la aparición de ansiedad en esos días de destrozo físico y desazón vital. Una que explicaría por qué algunas personas la padecen más que otras. "La investigación muestra que las personas que catastrofizan el dolor, una tendencia a exagerar el dolor o esperar lo peor, tienen más probabilidades de experimentar ansiedad", explica este psicólogo británico. Eso, sumado a que hay personas que experimentan más ansiedad en general, por cuestiones genéticas y ambientales, definiría que pases resacas la mar de agusto en tu sofá o con el corazón a punto de estallar.