Viernes. Siete de la tarde. Ha pasado la semana y una vez más no has llegado a cumplir los objetivos propuestos, que parecían realizables: Dos tareas de medio alcance en el trabajo, cinco mails que tenías pendientes, responder otros tres, cenar el miércoles con tu ex compi del colegio que está por la ciudad e ir martes y jueves al gimnasio a ponerte un poco más sexy. Una vez más, se te echa el finde encima, cancelaste la cena, no fuiste al gimnasio y se te quedó media tarea y un mail. ¿Por qué narices no me da nunca tiempo a nada?
No te preocupes, no eres tan poco eficaz como crees y esa sensación de que el tiempo pasa volando, tempus fugit, es antigua y tiene sus explicaciones más allá de la procrastinación. Si no, ¿cómo explicarse que de aquel viaje tan chulo que te pegaste con tus amigxs hayan pasado ya diez años?
El blog La Mente es Maravillosa ha rescatado algunas de las teorías que hablan sobre esta sensación. El historiador británico Cyril Northcote Parkinson redactó tres supuestos sobre la distribución de nuestro tiempo en lo que se conoce como leyes de Parkinson. El trabajo es el primer supuesto, ya que llega a ocupar todo el tiempo del que disponemos. Las tareas, sí, le pasa a todo el mundo, casi siempre ocupan más tiempo de lo esperado. El segundo supuesto apunta a que los gastos siempre aumentan hasta alcanzar o superar a los ingresos. Así, siempre acabamos viviendo al límite de nuestras posibilidades y el tiempo se nos escapa. Por último Parkinson dice que la falta de prioridades también nos hace tener esa sensación. Si no priorizamos bien qué tareas son las más importantes, nos acabamos dejando algunas de ellas y por tanto no nos da tiempo a todo.
El mismo artículo rescata el principio de Pareto, conocido como el 80:20, que estima que el 80% de nuestro tiempo solo genera un 20% de resultados mientras que el 80% restante se consigue con tan solo el 20% de tu esfuerzo. Más: La ley de Perls, que dice que el 70% de las cosas que nos preocupan nunca llegan a suceder y por tanto es mejor ocuparse de las cosas presentes que preocuparse, que es una actividad mental que te acaba robando tiempo. El “y si…”, mejor dejarlo.
La ley de Swoboda, catedrático de psicología de la Universidad de Viena, viene a decir que “cada persona está sometida a múltiples ritmos biológicos que deben ser tenidos en cuenta en la programación de actividades”. Vamos, que no todos somos productivos en los mismos momentos del día ni tenemos el mismo ritmo de trabajo, o sea que hay que organizarse en función a eso. Y ojo, que esto lo dijo en 1904, cuando todavía no había ni community manager, ni responsables de marketing digital ni redactores de Código Nuevo.