¿Por qué no duermes en la cama después de dormirte en el sofá?

Nuestro cerebro vincula espacios con dinámicas y has creado un círculo vicioso nada saludable

Es un ritual prácticamente diario. Una causa y efecto inapelable. Un fenómeno contra el que no puedes luchar: te tumbas en el sofá, enciendes la tele, pones algún capítulo de alguna serie que ni fú ni fá y, a los cinco o diez minutos, estás durmiendo tan profundamente como permite la naturaleza. Estás KO. Y, cuando algún sonido del episodio te devuelve a la realidad, en esa sabrosa certeza de estar más que preparadx para dormir durante horas y horas, te marchas a la cama con ilusión. Pero nada resulta como esperabas: en lugar de adentrarte en el mundo onírico de inmediato, tienes los ojos como un búho. Y maldices la vida con toda tu alma.

Nadie puede culparte. Realmente es muy frustrante enfrentarse a esta contradicción tan aparentemente sin sentido. Salvo que sí tiene sentido. En concreto, y como asegura en RAC1 el neurólogo Karol Uscamaita, miembro del Grupo de Estudios de Trastornos del Sueño de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña, "este fenómeno está integrado en el ámbito del insomnio". Y puede parecer contraintuitivo. A fin de cuentas, habías logrado quedarte dormidx en el salón antes de quedarte con los ojos como platos en la habitación. Sí, cierto, pero ese es precisamente el problema: nuestro cerebro vincula los espacios con las actividades. Siempre.

"Si una persona se habitúa a comer y cenar muy temprano, el hambre aparecerá a estas horas. Pues con el sueño ocurre lo mismo. Si una persona se duerme siempre en el sofá, el cerebro entenderá que estamos en el sitio cómodo que toca para dormir", explica este especialista en trastornos del sueño. Llevas muchos años diciéndole a tu cerebro que el sofá es el rincón óptimo para caer rendido ante Morfeo. Y te ha tomado la palabra. ¿Pero cuál es el problema entonces con la cama? "Si te acuestas donde a menudo consultas el móvil o comienzas a pensar, tu cerebro interpretará la cama como un lugar donde estamos activos".

Lo peor de todo es que es un círculo vicioso, ya que cada vez que el cerebro ejecuta estas instrucciones, estas se fortalecen aún más. De ahí que cada vez te resulte más sencillo dormir en el sofá y más difícil hacerlo en tu preciosa camita. Pero es un problema con solución, como la mayoría de los problemas de esta vida. Y pasa por tener clara una máxima a la que nunca deberías renunciar: "La cama solo se puede utilizar para dos cosas: dormir y mantener relaciones sexuales. No se puede utilizar para otras cosas: ni mirar la tele, ni pensar qué vas a hacer el día siguiente ni revisar el móvil". Dale instrucciones claras a tu cerebro.

No obstante, estas instrucciones están a medias y queda la parte más complicada: enseñarle a tu cerebro que el sofá no es un buen lugar para dormirse. Y, sí, esto duele bastante, porque esas cabezadas son un placer de otro mundo, pero tienes que hacerlo para descansar bien. En concreto, dicen desde RAC1, "el consejo de los expertos es que si notamos que nos viene sueño en el sofá, no nos dejemos llevar y vayamos hacia la cama". Si, una vez ahí, no te duermes, no te quedes dándole vueltas a la cabeza, sal de ella y haz algo. Vuelve solo cuando vuelvas a tener sueño. Es duro, pero unas semanas así te darán una higiene del sueño brutal.