El oscuro secreto que esconden los selfies enseñando músculos y figurita

Las personas con ganas de follar pero con baja autoestima son las más propensas a subir posts de sus entrenamientos

Una preciosista fotografía practicando yoga en el salón de casa y acompañada de algún mensaje motivacional al más puro estilo Mr Wonderful. O un selfie frente al espejo del gimnasio presumiendo de unos redondeados bíceps con los que podrían derrumbarse Invernalia. Los posts workout son un clásico de Instagram y demás redes sociales hábitats del postureo. ¿Queremos demostrarle al mundo nuestro amor? ¿Que nos gustamos tantísimo que, si pudiéramos, nos desdoblaríamos en dos para autohacernos el amor? No. Según el autor bestseller Garth Sundem es todo lo contrario: estamos en una crisis de autoestima cuando las posteamos.

Y no es una opinión. Sundem basa sus argumentos en un artículo publicado recientemente en el Journal of Business Research que revela que publicamos posts relacionados con nuestros entrenamientos físicos cuando tenemos ganas de follar pero nuestra percepción acerca de nuestro valor como parejas sexuales o románticas está por los suelos. En concreto este estudio, elaborado por científicos de la Universidad belga de Gante, afirma que "las personas con ánimo de apareamiento usan esta costosa señal para anunciar su estado de salud, especialmente cuando sienten que su valor como parejas es bajo". Queremos reivindicarnos.

El problema, explica el propio Sundem en Psychology Today, es que esta estrategia presumida suele ser un fail. Como puede leerse en los resultados del estudio de la Universidad de Gante, todas esas fotos vacilando —de forma más presuntuosa o subliminal— no aumentan las percepciones que tienen nuestros seguidores acerca de nuestra valía sexual. Otro estudio, cita Sundem, también demostró esta misma teoría pero en dirección contraria: que no consideramos como más atractivas a la gente que publica sus fotitos haciendo ejercicio. No nos ponen más. No nos hacen meternos en la pestaña de los chats y abrirles conversación.

Y puede parecer raro. Después de todo, acabamos de descubrir que ese chaval que llevamos siguiendo tanto tiempo tiene un six-pack de la hostia. O que aquella compañera de universidad que no vemos desde hace años tiene unas piernas hipertonificadas que ya quisiera Lydia Valentín. Pero hay, según Sundem, un factor que tira por tierra cualquier estímulo sexual que pudiese provocar tanta carne: "que la autopromoción puede tener efectos negativos" ya que muchas veces lo interpretamos como pavoneo digno de "un fanfarrón". O en otras palabras: de alguien que se esfuerza mucho en demostrar. Y eso, lo sabemos todos, es muy poco sexy.