Día duro en la oficina. Has trabajado once horas notando el aliento de tu superior en el cogote, te acaba de bajar la regla y encima últimamente tu pareja y tú no estáis teniendo vuestro mejor momento. Pasas por delante de aquella tienda con el vestido que hace tanto tiempo se te antoja, pero hoy es diferente. “Me lo merezco”, te dices, y casi te lo llevas puesto poco antes de hacerte con una pizza y un tiramisú que le cambian el color a tu día.
El sentimiento de merecimiento, tal y como explicó en un artículo el digital La Mente es Maravillosa, puede tener ciertas contraprestaciones en casos en los que la persona se cree merecedora de privilegios que otras no tienen. Pero más allá de posibles disfunciones, son muchxs lxs terapeutas que trabajan con la idea de merecimiento para levantar autoestimas y ánimos caídos.
Desde pequeño, educaciones muy basadas en la recompensa y el castigo nos han hecho creer que si nos portamos mal podemos merecer quedarnos sin postre, sin merienda o sin videojuegos, mientras que unas buenas notas o un buen esfuerzo ordenando la habitación bien pueden valer una recompensa en forma de dulce, de viaje o de excursión.
En la vida adulta no siempre hay premios
Entradxs en la vida adulta, no siempre hay alguien dispuesto a darte un premio por un gran esfuerzo y, a la que tienes autonomía económica y libertad de movimientos, seguramente seas tú quien debe darse estos pequeños premios o caprichos.
Pero más allá de una visión meritocrática del placer, seguramente todxs y cada unx de nosotrxs necesitemos de vez en cuando darnos ese momento nuestro que nos reconcilia con la vida. Sin caer en un exceso que nos lleve a la bancarrota o a la diabetes, es necesario darse esos respiros de una rutina a veces gris, a veces exigente, a veces extenuante, a veces rota.
Y, más allá del premio en forma de pizza, viajecito o polvo alocado que hay detrás del “me lo merezco”, hay una verdad detrás de esa frase que puede que sea incluso más importante: tratarte bien a ti mismx, hablarte bien a ti mismx, es una bonita forma de empezar a cuidar tu autoestima, de acabar hablando bien a lxs demás y de construir un entorno que no esté basado en la destrucción.
Así, si te dices cosas como “me lo merezco”, “yo puedo hacerlo”, “valgo mucho la pena”, “esto me ha salido muy bien” o “me siento bien por haber ayudado a esta persona”, puedes empezar a cultivar sentimientos positivos que tengan un sabor tan tan rico como esa pizza que te vas a comer ahora mismo porque te la has ganado con el currazo que te has metido, sea cual sea.