Muchas personas hemos tenido o tenemos algún trauma. Algunxs no lo hemos superado y cuando por fin pensábamos haberlo dejado atrás, en los momentos de mayor debilidad, enseña otra vez los dientes. Hay quienes en su día a día se ven influenciados por una infancia con unos padres hipercríticos, por el bullying que sufrieron en la escuela o en la universidad o aún tienen grabado en la mente el día que pillaron a su pareja tirándose a su bff y, a la mínima que alguna cosa les rememora estos momentos, pierden el control de sus emociones y su cuerpo. Pero, ¿por qué el cerebro nos juega esta mala pasada?
Sin prisa. Antes de responder a la pregunta, tenemos que hacer una pequeña introducción en el mundo de la neurociencia. El cerebro se divide principalmente en tres partes: el reptiliano, el mamífero y el neocórtex.
Según la doctora en psicología Monica Johnson, que escribe en la revista especializada Psychology Today, la primera parte es la más antigua, opera por instinto y es responsable de las funciones del cuerpo relacionadas con la supervivencia. “Las respuestas instintivas al trauma, como luchar, huir, congelarse o sobresaltarse, y pedir ayuda son ejemplos de funciones cerebrales reptiles”, resume Johnson. La segunda parte, el llamado cerebro mamífero o emocional, es la responsable de nuestras experiencias emocionales y relacionales. “Nos permite relacionarnos y unirnos socialmente con los demás, y de que nos sintamos atraídos o alejados de las cosas y de mantener recuerdos emocionales de nuestras experiencias”, define la psicóloga.
Y la tercera parte, el neocórtex, se asocia a la creatividad y a la intuición y, además, al raciocinio y al desarrollo de una persona desde la niñez hasta que se hace mayor. "Contiene la mayoría de nuestras habilidades lingüísticas”, añade Johnson.
Y, ahora, la respuesta que estáis esperando. ¿Cómo los traumas afectan a nuestro cerebro? El desarrollo y el funcionamiento de las tres partes dependen de nuestras experiencias infantiles que afecta la forma en que nuestro cerebro comprende los estímulos, ya que su objetivo es ayudarnos a adaptarnos lo mejor que podamos a las experiencias de vida tanto positivas como negativas.
Por lo tanto, cuando tenemos una señal que en el pasado era síntoma de peligro, nuestro cerebro reptil activará sus respuestas de huida, lucha, congelación o supervivencia. “Cuando estamos activados y en modo de amenaza, nuestro neocórtex la parte más racional está temporalmente menos activo. Cuando estamos en peligro, nuestros cerebros de mamíferos y reptiles toman el control y nos impulsan a actuar rápidamente para mantenernos con vida”, concluye Johnson.