Si has pasado por una ruptura muy mala o alguna otra experiencia con la que hayas sufrido probablemente sabrás que, con el paso del tiempo, las heridas y el mal recuerdo se van disipando, es decir, disminuyen. Como explican desde al ámbito de la psicología, las personas juzgan una experiencia basándose en cómo se sintieron durante el máximo apogeo o sea el mejor momento de la experiencia y el final. No se juzgan o se recuerdan los momentos por separado, sino que nuestra mente hace una especie de media para generar ese recuerdo. Esto se descubrió a través de un experimento en el que se demostró que las personas elegirían más dolor siempre y cuando el final sea más agradable.
Fue en el año 1993 cuando el psicólogo Daniel Kahneman llevó a cabo un experimento en el que los participantes fueron sometidos a dos versiones diferentes de una experiencia desagradable. En la primera versión los participantes sumergieron la mano en agua a 14 grados durante 60 segundos. En la segunda versión los participantes sumergieron la mano en agua durante 90 segundos pero en los últimos 30 se agregó un chorro de agua caliente, lo cual hacía que subiera la temperatura y el final de la experiencia fuera más agradable. Cuando se les preguntó qué experiencia repetirían, la mayor parte de los participantes eligió la segunda a pesar de que era más tiempo ante una situación desagradable. Esto sucedió porque el recuerdo de la segunda versión era mejor que el primero, ya que el final era más placentero. Fue así como se descubrió que muchxs de nosotrxs nos basamos en cómo acaba una experiencia a la hora de recordarla.
A partir de aquí el psicólogo comprendió que nuestros sesgos cognitivos influyen en la percepción que tenemos del mundo y en nuestra forma de tomar decisiones. En lugar de pausarnos y recordar pacientemente cada uno de los momentos vividos durante una experiencia para poder juzgarla o valorarla, confiamos en la primera respuesta automática inconsciente en lugar de una más alargada y progresiva. A esto se le denominó la “regla del pico final”, se trata de un sesgo cognitivo de memoria porque afecta al recuerdo de un recuerdo, es decir, recordamos eventos que han sido más intensos emocionalmente o otros que han sido menos emocionales. No recordamos la suma total de cómo nos sentimos, nuestro recuerdo se forma haciendo una media de cómo nos sentimos en los momentos más fuertes.
Pero ¿qué pasa cuando sucede esto? Puede ocurrir que, por ejemplo, en una ruptura que ha sido muy intensa, nuestro recuerdo se base en ella y en el momento más romántico experimentado con esa persona. Lo que hace nuestra mente es una media entre ambos instantes, con lo cual cuando recuerdas esa relación no tienes la sensación de haber sufrido tanto como realmente sufriste. Este sesgo es, en la actualidad, utilizado por muchas empresas que proporcionan experiencias a los usuarios, intentando siempre que el final de la vivencia sea la mejor. Y si no, haz la prueba, piensa, ¿cuál es el origen de que siempre digamos la frase “lo mejor para el final”? Llevamos toda la vida guiados por el último instante de una misma experiencia, esa suele ser en la que nos basamos automáticamente para generar un recuerdo. Es por ello que es importante pausarnos y recordar activamente cómo nos sentimos en concreto.