¿Termino definitivamente la relación con mi pareja o vuelvo a intentarlo? ¿Me quedo en este puesto de trabajo en el que disfruto de una gran comodidad pero que ya no me estimula o pillo ese otro que trastoca toda mi vida pero me emociona? ¿Adopto a ese perrito abandonado o no? Son muchos los momentos de tu vida en los que deberás enfrentarte a decisiones complicadas. A veces porque la elección concreta cambiará tu futuro radicalmente. Otras porque temes sufrir. Y otras porque temes hacer sufrir. Es una putada. ¿Pero sabes qué? Eres una persona adulta y es tu deber afrontar estas situaciones tan complejas. Lo bueno es que hay un ejercicio que te lo puede poner mucho más fácil.
El primer paso, cuentan desde GQ, consiste en “encontrar un momento de soledad y tranquilidad en el que no tengamos distracciones, varios minutos en los que simplemente nos dediquemos a ser y a reflexionar”. Túmbate en una zona apartadita del césped del parque que hay en tu barrio. Siéntate en un banco mirando al mar o al río. O quédate en el sofá de casa con los ojos cerrados para ponerte modo introspección y penetrar en tus profundidades. ¿Lo tienes? Pues es el momento de hacerte la pregunta y de desplegar todas las opciones que tienes. A veces las respuestas son dicotómicas, blanco o negro, sí o no, y otras son más amplias y pueden abarcar infinidad de soluciones.
¿Qué sensaciones pasan por tu cuerpo?
Una vez las hayas identificado todas, o al menos las plausibles, imagínate a ti mismx tomando cada una de esas opciones y céntrate en tratar de discernir qué sensaciones recorren tu cuerpo: “¿Nos recorre un sentimiento de felicidad o de alivio? ¿O, por el contrario, sentimos aún más agobio y ansiedad, como si nuestro cuerpo estuviera pesado?”. Conecta con tus emociones. No tengas prisa. Dale espacio a tu mente para ir manifestando todo lo que esconde. Y ahora, cuando hayas experimentado en tus propias carnes lo que sentirías de tomar esa decisión concreta, abre los ojos, descansa un poquito y repite el proceso para cada una de las opciones disponibles.
”Una vez hayamos llevado a cabo este ejercicio lo tendremos claro: tendremos que tomar aquella decisión que mejor nos haya hecho sentir, aquella con la que nuestro cuerpo se haya sentido tranquilo y despreocupado”, apuntan desde el citado medio. Y tiene sentido: hay veces en las que la intuición ofrece información clave que tu consciencia, con todo su arsenal de razonamientos, no es capaz de percibir. Tal vez sea momento de hacerle un poquito más de caso. Y sí, las grandes decisiones dan mucho vértigo, pero tomes la que tomes mañana será un nuevo día, el sol saldrá por el este y el oxígeno seguirá presente en el aire. Relativizar una pizca tampoco viene mal.