El cerebro humano continúa siendo una de las mayores incógnitas de la ciencia. Hasta tal punto que, todavía hoy, en pleno siglo XXI, los investigadores siguen descubriendo fenómenos psicológicos que contradicen no solo lo que sabíamos de él sino incluso el sentido común. Porque cualquiera de nosotros pensaría que, en caso de pretender caerle bien a alguien, lo más efectivo sería hacerle alguna clase de favor. Como pasarle los apuntes del cuatrimestre o invitarlo a una cerveza. ¿Pero cómo te quedas si te decimos que funciona al revés y que la mejor manera de caerle bien a alguien es dejando que te haga un favor?
El fenómeno, conocido en el ámbito de la psicología como el efecto Benjamin Franklin, fue descubierto en el año 1979 mediante un experimento científico. Según Cultura Inquieta, los autores proporcionaron fondos para la investigación a un conjunto de científicos. A un tercio de ellos les permitieron quedarse con el dinero, a otro tercio les informaron de que debían devolverlo porque no había fondos suficientes en el departamento de psicología de la universidad y al tercio restantes les informaron de que debían devolverlo porque otro investigador había financiado todo hasta agotar sus fondos.
¿El resultado posterior? "Los voluntarios apreciaban más al investigador cuando le habían hecho el favor de devolverle el dinero, incluso por encima de aquellos que habían podido conservar el dinero", apuntan desde esta misma publicación. Y no es el único experimento que valida el efecto Benjamin Franklin. Otro llevado a cabo por la psicóloga japonesa Yu Niiya demostró que "se terminaba por apreciar más a aquella persona que pedía ayuda para completar un proyecto que a quien no la pidió". Por supuesto, puede jugar un rol muy importante nuestra simpatía hacia la humildad, pero el efecto Benjamin Franklin está ahí.
El nombre no es gratuito. El que fuera presidente de los Estados Unidos utilizaba esta estrategia a menudo y le funcionaba divinamente. ¿Sentía que no te terminaba de convencerte o de caerte bien? Pues trataba de un modo elegante de que le prestaras alguna cosa. Como un libro. La realidad es que, según los psicólogos, tras la devolución del libro o de lo que sea es muy probable que sintieras mayor simpatía por el célebre político norteamericano. Pero, ¿cómo es posible que nuestro cerebro sea tan sumamente fácil de engañar? Pues está íntimamente relacionado con la disonancia cognitiva, responsable de muchos efectos psicológicos.
Ocurre cuando dos ideas internas entran en conflicto de manera irremediable. En este caso, la contradicción estaría clara: nunca prestaríamos nada a una persona que no nos cae bien. En consecuencia, cada vez que le hacemos un favor a alguien nuestro cerebro refuerza la idea de que necesariamente debe caernos bien, de lo contrario se lo habríamos rechazado inmediatamente. Sin embargo, y como explican desde Cultura Inquieta, hay otras hipótesis. Como la de la reciprocidad del psicólogo Roberto Cialdini. Nos cae mucho mejor quien nos aprecia y al ayudarlos estamos haciendo que nos aprecien más. Lógica retorcida, pero efectiva.