La culpa forma parte del arsenal innato de sentimientos de los seres humanos. Está bien que la experimentes. No debes rechazarla tan solo porque no es agradable. En palabras de Sarah Epstein, psicoterapeuta estadounidense, “la culpa tiene un propósito positivo: te ayuda a darte cuenta de que le has hecho daño a alguien, te anima a enmendarlo y mejorar y te ayuda a mantener relaciones sanas”. Si no sintieras culpa, si no tuvieras la capacidad de notar un malestar en ti cuando haces algo mal, no tendrías razones para cambiar. Es un mecanismo evolutivo de adaptación prosocial. El problema viene cuando la culpa saludable se transforma en una culpa tóxica que te envenena.
Según esta misma experta, basándose en un estudio publicado en la revista especializada Emotions, “la culpa excesiva se asocia con síntomas de depresión y ansiedad, y las personas que la experimentan tienen más probabilidades de involucrarse en conductas de autocastigo”. Pero no es la única investigación que ha confirmado científicamente los perjuicios de la culpa no saludable en la salud mental: esta otra, llevada a cabo por un equipo estadounidense, “encontró que los sentimientos de culpa excesivos están asociados con mayores niveles de estrés y síntomas físicas”. La pregunta clave aquí es: ¿cómo diferenciar una culpa saludable y adaptativa de una culpa disfuncional?
La principal diferencia entre ambas reside en la fuente que las provoca. Así lo explica la propia Epstein:”la culpa sana es una respuesta natural y apropiada a la mala conducta, mientras que la culpa malsana proviene de un sentido de responsabilidad excesivo y fuera de lugar”. Es fácil de identificar cuando te conoces y te miras en profundidad. ¿Te sientes culpable por algo que escapa a tu control? ¿Sientes una inmensa y dolorosa culpa por un daño que no has causado? ¿La sigues experimentando por errores que ya solucionaste? ¿Pides perdón pero los demás te explican sinceramente que no hacía falta? Es muy probable que tengas una tendencia particular a la culpa tóxica.
Y otro detalle para diferenciarlas es la intensidad. Como dice esta especialista, “la culpa no saludable puede comenzar como una culpa saludable, pero no desaparece, lo que lleva a una abrumadora autoflagelación y autocrítica”. Hiciste bien en sentirte culpable por aquello y tratar de arreglarlo, pero a partir de ahí la culpa que cargas es innecesaria y solo sirve para castigarte a ti mismx. Además, también puedes identificar la culpa malsana observando tu nivel de necesidad de ser percibido como buena persona. Según Epstein, es habitual que quienes necesitan verse como tal se aferren a la culpa para demostrarse que no son malxs. Una actitud que puede devorarte. Aprende a perdonarte.