La civilización contemporánea orbita alrededor del consumo. Es la manera en la que está dispuesto el sistema y todo funciona para que vayas de tienda en tienda comprando cosas que probablemente no necesites para proporcionarte un chute de felicidad durante un ratito. Porque es así: tras el subidón, vuelves al punto inicial y debes realizar otro acto consumista para recuperar esa sensación tan agradable. Y aquello de ser feliz se convierte entonces en un círculo vicioso que en el fondo nada tiene que ver con la verdadera felicidad generada por el propósito vital, las relaciones sociales y la armonía. La pregunta es: ¿eres feliz de verdad o solo eres feliz del modo en que el sistema desea?
Esta pregunta, explican desde El Confidencial, puede compartimentarse en cinco preguntas diferentes. La primera de ellas es la siguiente: ¿de verdad necesitas todo eso que anhelas? “Aprender a diferenciar las cosas que necesitamos de las que deseamos puede ayudarnos a poner la atención en lo verdaderamente importante”. Tu consumo no debe ser robótico. No debe ser impulsivo. No debe estar carente de reflexión. Eso solo provocaría que compraras y compraras movido por tu circuito de dopamina y alejándote así de la verdadera felicidad serena. Piensa detenidamente qué vas a comprar y por qué. Convierte el consumo en una herramienta y no en un modo de estar en el mundo.
¿Te defines por lo que tienes o por cómo eres?
La segunda es igualmente importante: ¿las posesiones te definen como persona? Porque sobra decir que no deberían hacerlo. Tus valores, tus capacidades, tus comportamientos dentro de las relaciones, son las cosas que deberían construir tu identidad. Y no qué tienes en el armario o qué viene de camino en un paquetito de Amazon.
Muy relacionada está la tercera pregunta: ¿disfrutas de los pequeños placeres de la vida? No hablamos de comprarte un capricho. Hablamos de “una comida en familia, una noche de manta y película o una tarde con amigos”. Son ese tipo de placeres que realmente fabrican felicidad profunda y duradera. Perdérselos por andar inmerso en el materialismo es una pena.
Y quedan dos preguntas claves más. Por un lado, si de verdad valoras lo que tienes. Y no solo en el plano abstracto. También en el material. En lugar de andar pensando todo el rato en la compra que aún no has podido hacer, mira a tu alrededor y contempla todo cuanto tienes. Es más de lo que ninguno de tus ancestros prehistóricos tuvo en toda su vida.
Por otro lado, si estás dispuesto a cambiar para ser más feliz, para llevar una vida significativa y no de placeres superficiales y fugaces. Como indican desde el citado medio, “reestructurar los hábitos para abrazar nuevas costumbres puede ser igual o más placentero”. Tú eliges: o continúas en la rueda sin fin o cambias tus prioridades.