Es una experiencia que vives todos los días sin excepción: estás concentradx en una tarea concreta, poniendo toda tu atención, cuanto te distraes completamente pensando en cosas que nada tienen que ver con la tarea. Tardas un tiempo en volver a la realidad, en regresar a lo que el entorno está ofreciéndote en ese momento específico, en reconectar con el ahora. Y te castigas: has escuchado miles de veces que la atención plena es esencial para la felicidad. E inevitablemente te preguntas por qué tu cerebro quiere boicotearte de esa manera.
Tienen todo su sentido
Pero puede que no lo esté haciendo. Puede que simplemente lo estés malinterpretando. Como explica el psicólogo Jonathan Smallwood, quien ha dedicado su carrera profesional a investigar las distracciones mentales, estas rara vez son una pérdida de tiempo, sino que funciona como un entrenamiento de tu mente para prepararte para el futuro cuando lo que estás haciendo en el presente no es demasiado importante para tu supervivencia. Al final, tu cerebro existe precisamente para eso: mantenerte vivx. Y nunca descansa. Está siempre trabajando.
Por eso activa mecanismos como "el pensamiento espontáneo o el desacoplamiento de la atención de la percepción, que es lo que sucede cuando nuestros pensamientos se separan de nuestra percepción del entorno". En cierto sentido, es como si tu cerebro pensara "la tarea que estamos haciendo no requiere mucha concentración activa, así que voy a pensar en el pasado para extraer enseñanzas o en el futuro para prever situaciones y prepararme". La divagación mental parece gratuita, pero según Smallwood no lo es en absoluto. Te ayuda.
El problema es que tú no vives en mitad de la selva. Tu cerebro, que tiene la misma configuración que tenía el de tus ancestros prehistóricos, se preocupa muchísimo por encontrar soluciones a la búsqueda de alimento, la búsqueda de protección y la búsqueda de reproducción. Pero esas no son tus preocupaciones como ciudadano de un país desarrollado del siglo XXI. Bueno, lo de la reproducción más o menos. El punto es que tú preferirías que tu cerebro priorizara la felicidad presente que la supervivencia futura. Que dejara de divagar tanto.
Puedes sacarle partido
Y quizá es darse cabezazos contra un muro. Al fin y al cabo, tu biología es tu biología. Como dice Smallwood, "la distracción mental puede ser un beneficio y una maldición, pero no estoy seguro de que sepamos todavía cuándo sería una buena idea detenerla". Quizá, solo quizá, la solución no pase por frustrar los deseos de tu mente de divagar acerca de asuntos que no están relacionados con lo que tienes delante, sino aprender a identificar que estás divagando para orientar esos pensamientos hacia problemas que sí te importan. Sacarle partido.