Tu cerebro te tiende trampas para que no levantes cabeza

A veces, somos nosotros los que construimos las trampas en las que más tarde caemos presos. No te dejes engañar por tus pensamientos

La mayoría de nosotros, por no decir todos, creemos que aquello que pensamos es verdad. Nos cuesta poner en duda nuestras creencias, cuestionar si eso que tanto se nos viene a la mente no será más bien fruto de nuestra imaginación o de nuestros miedos. Y mucho más si eso que pensamos nos funcionó en algún momento. Eso sí, cuando se trata de los demás, no nos cuesta tanto desconfiar de lo que nos dicen o de su forma de pensar.

Lo cierto es que todos nos confundimos, aunque nos cueste aceptarlo. Y por regla general algo de lo que no nos escapamos ninguno es en nuestra forma de pensar. Estamos rodeados de creencias erróneas por todos lados: a veces crecemos con ellas y otras somos nosotros mismos quienes, poco a poco, les damos forma. Somos las víctimas y los verdugos y por ello sufrimos las consecuencias de nuestras propias trampas mentales o psicotrampas, como diría el psicólogo Giorgio Nardone, creador de este concepto.

Sufrimos por escenarios imaginarios, por ficciones que solo ocurren en nuestra mente. Nos preocupamos por cosas que no sabemos si llegarán a pasar, nos culpamos por aquellas que creíamos que podríamos haber hecho mejor y distorsionamos a menudo lo que ocurre a nuestro alrededor, mientras la vida sucede. Vivimos más en la mente que en la realidad, lo que nos lleva a perdernos el presente, el instante, el momento que ocurre. Y lo peor de todo es que apenas nos damos cuenta. Es momento de conocer a las psicotrampas más comunes y en las que la mayoría de las veces todos caemos. Porque solo así podremos despertar y romper el automatismo psicológico en el que a veces vivimos inmersos.

El engaño de las expectativas

Creer que los demás piensan y perciben el mundo como nosotros y esperar que ellos actúen y reaccionen como lo haríamos nosotros. Esta es la primera psicotrampa, la más común, la que suele ser fuente de fracasos, discusiones y grandes desilusiones y la que llevada al extremo puede contribuir al desarrollo de una depresión o a una ira o agresividad descontrolada.

Ocurre debido a la escasa capacidad de adoptar otros puntos de vista y no tener en cuenta que cada persona tiene una historia y unas condiciones de vida, educación y personalidad diferentes. Y por supuesto a pensar que uno es poseedor de la verdad absoluta. Es decir, a tener una rigidez mental extrema.

La ilusión del conocimiento definitivo

Esta psicotrampa tiene que ver con la confianza desmesurada en poder alcanzar el conocimiento definitivo sobre la realidad y así estar tranquilos. Se trata de una forma de pensar muy típica de curiosos e investigadores, pero también de quienes tienen la necesidad de sentirse seguros ante la incertidumbre, ante esos aspectos de nuestra existencia que no podemos controlar, como por ejemplo la muerte.

Una creencia un tanto complicada e imposible de lograr, pues hasta en la observación más rigurosa existe la influencia del observador o en la creencia “más objetiva” la influencia del pensador. De hecho, si aplicamos esta psicotrampa al día a día, nos daremos cuenta de que cuando hemos sido traicionados, no hay explicación que valga para quedarnos tranquilos o cuando perdemos a alguien, tampoco encontramos consuelo en las explicaciones racionales de lo que pasó. A veces no nos conformamos, queremos más y más.

El mito del razonamiento perfecto

Se trata de la psicotrampa más común en personas inteligentes y consiste en pensar que aplicando la lógica racional a cualquier problema, se solucionará. Es decir, es la superioridad de la razón por encima de todo. Ahora bien, en nuestra cotidianidad, esto no es tan válido porque la vida no funciona así. Porque como decía el filósofo Ludwing Wittgenstein, ninguna explicación racional o cálculo matemático puede ayudarnos si amamos a alguien que no nos ama o si por culpa del miedo nos comportamos de forma irracional.

Lo siento, luego existe

En este caso, se trata de darle un gran valor a aquello que sentimos y creerlo como única verdad, sin atender a otras razones o explicaciones que incluso desmienten lo que sentimos. Por ejemplo, cuando pensamos que alguien es buena gente o le atribuimos ciertas características porque lo sentimos así, es decir, basándonos solo en nuestras sensaciones. Típico de esos primeros momentos en los que nos pillamos por alguien o estamos enamorados y solo vemos que el otro es único y excepcional.

Piensa en positivo

Esta psicotrampa es muy común en la actualidad, aunque lleva con nosotros desde la antigüedad. Se trata de creer que si pensamos en positivo, los problemas se resolverán o todo cambiará. Lo cierto es que no es así y de hecho en ocasiones aumenta el malestar y los sentimientos negativos cuando nos damos cuenta de que es imposible ser positivos si estamos muy tristes o bajo los efectos de un miedo irracional.

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Coherencia a toda costa

En este caso, sería regirse por la coherencia a toda costa. Algo que a primera vista parece adecuado y “coherente”, pero ¿qué pasa si la premisa es errónea? ¿Y si partimos de algo que ya de por sí no es verdad o es erróneo? Podremos seguir adelante y razonar desde la coherencia, pero la base de la que partimos es inestable, por lo que podemos llegar a resultados bastante desastrosos. Además, hay que tener en cuenta otro factor, lo que nos sirvió en un momento, puede que ahora no tenga tal fin, ya que el cambio de creencias y valores también ocurre.

Esto es lo que le puede pasar a una persona paranoica. Su desconfianza hacia los demás es tan grande y está tan cargada de creencias que no son reales, que puede llegar a comportarse de tal manera para defenderse y originar dispuestas desde la coherencia. Otro ejemplo, Joe, el protagonista de la serie You, de carácter obsesivo y con rasgos psicopáticos, llega a justificar algunos de sus comportamientos a través de un diálogo “aparentemente coherente” en algunos momentos.

Sobrevalorar e infravalorar

Y por último, hablamos de los errores de valoración hacia los demás: la sobrevaloración y la infravaloración. Dos varas de medir que utilizamos a nuestro gusto según la relación que tengamos con la otra persona. Así, a veces pensamos por ejemplo que “lo ha conseguido porque le han ayudado” o “ha conseguido lo que se merece, solo le han dado un empujoncito”. Una prueba de cómo a veces somos miopes con quienes tenemos alrededor, porque cuando opinamos sobre personas desconocidas podemos llegar a ser mucho más crueles e inhumanos -no siempre, pero en algunos hay cierta tendencia-.

Ahora bien, esta psicotrampa también podemos aplicárnosla a nosotros mismos y es ahí cuando las consecuencias pueden llegar a ser mucho más graves porque ponemos en tela de juicio nuestro valor personal. A veces, pensando que somos mucho mejores de lo que somos y por lo tanto confiando demasiado en nosotros mismos hasta generar algún accidente y otras subestimándonos tanto hasta llegar a rechazarnos.

Como vemos, a menudo la mente puede jugarnos malas pasadas. No es 100% fiable en todo momento porque cuando menos lo esperamos puede ser que nos estemos poniendo trampas a nosotros mismos. Eso sí, sabiendo cómo pera, será mucho más fácil no caer en sus redes o al menos romper la inercia de la que a veces somos presos. Por ello, no te creas todo lo que te cuentas.