Borra esta pregunta de tu mente y escaparás de tu pasado

¿Qué pasaría si un día dejásemos de imaginarnos tantos escenarios alternativos? 

Todos tenemos esa habilidad de crear realidades alternativas en nuestra mente e imaginar qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes. Y eso que no tenemos ni idea sobre física cuántica ni la teoría del multiverso, como mucho hemos visto series como Lost o Dark que nos han mostrado sutilmente qué son los universos paralelos. Lo cierto es que de vez en cuando lo hacemos, y mucho más cuando nos hemos enfrentado a situaciones en las que hemos tenido que tomar decisiones importantes.

Revisamos lo que hicimos, cómo se dio la situación, qué consecuencias se derivaron de ello y qué pasaría si nuestra elección hubiera sido otra, como si repasar esas secuencias mentalmente nos diese la oportunidad de cambiar la historia y moldearla para que sea más acorde a nuestra realidad deseada. Se trata de los famosos "y si hubiera…" y sucedáneos o pensamientos contrafactuales. Una práctica muy común que, a pesar de aportarnos algunos beneficios, suele anclarnos al pasado más de lo necesario e incluso trasladarnos a un futuro demasiado idealizado.

El lado oscuro del pensamiento contrafactual

El pensamiento contrafactual se comenzó a estudiar en psicología hace más de 40 años. Esta tendencia a simular mentalmente las diferentes alternativas que pudieron haber ocurrido en el pasado solemos ponerla en marcha cuando cometemos un error y fallamos en el logro de una meta u objetivo. El problema es que por mucho que queramos esos acontecimientos y decisiones no se pueden cambiar, ya pasaron y dar vueltas y vueltas a lo mismo nos esclaviza más que otra cosa, además de frustrarnos y en ocasiones generar sentimientos de culpa.

Los “¿y si hubiera sido de otra manera?” son como esos fantasmas tormentosos que nos impiden avanzar y aprender de lo ocurrido, mientras nos desconectan del presente y entorpecen nuestro futuro, ya que es mucho el tiempo que invertimos en ellos y que también perdemos. Y si no piénsalo, recuerda ese asunto importante que pasó de una determinada manera y al que quedaste enganchado más de lo necesario intentando recrear una serie de condiciones y eventos que ya no existen. ¿Cuánto tiempo perdiste pensando en ello una vez sucedido? De hecho, seguro que a muchos aficionados al pensamiento contrafactual les encantaría poder cambiar el curso de su historia, como hace Evan Treborn en la famosa película Efecto mariposa. Eso sí, esa técnica mental -a pesar de ser imposible de aplicar en la vida real- también tenía sus consecuencias. Por mucho que queramos, las circunstancias futuras y las consecuencias derivadas de tomar una decisión u otra son bastante imprevisibles, aunque a veces fantaseemos con eso de que sabemos exactamente qué va a ocurrir e incluso acertemos.

Así, el pensamiento contrafactual está muy ligado al arrepentimiento y la culpa, por un lado, y la frustración, el estrés y la ansiedad por el otro, con ese no estar a gusto con cómo lo hemos hecho, lo que nos impide ir más allá y ahogarnos en la carga emocional de lo sucedido. De hecho, en ocasiones provoca que tengamos unas expectativas distorsionadas sobre la realidad en la que vivimos y que influenciados por el miedo tomemos una serie de decisiones teniendo en cuenta las posibles consecuencias futuras que no conocemos, pero que imaginamos aunque no tengan que ser exactamente así. Por lo que, a veces, actuamos en base a verdaderos guiones de ciencia ficción que ocurren en nuestra mente.

No obstante, aunque este mecanismo de los "¿y si hubiera…?" es bastante común y forma parte de nuestra cognición, suele estar más presente en personas con altos niveles de neuroticismo y baja amabilidad, según un artículo publicado en la revista Imagination, Cognition and Personality. Y también en aquellos con tendencia a mentir, ya que de alguna forma el hecho de mentir requiere la capacidad de imaginar otras alternativas posibles a los eventos pasados.

Ahora bien, ¿realmente imaginar escenarios alternativos nos sirve para algo?

Beneficios del "¿y si hubiera sido diferente?"

A la hora de actuar y decidir, las posibilidades son infinitas, pero de alguna forma la elección que tomemos marca parte de nuestra historia de vida; pues nuestros actos pasados marcan nuestro presente y las decisiones que tomemos ahora influirán en el futuro. Lo cierto es que ninguna opción es una sentencia por sí misma y esto más vale que nos lo grabemos a fuego en nuestra mente. Tenemos el poder de cambiar de rumbo. De ahí que también exista un lado luminoso en el pensamiento contrafáctico.

Así, pensar en realidades alternativas puede ayudarnos a aprender de los errores cometidos, además de a planificar mejor las decisiones que tomemos. De alguna forma, todo lo vivido nos proporciona una base sobre qué hacer y cómo actuar en situaciones similares futuras. Por ejemplo, si suspendemos un examen por no haber estudiado con tiempo, en lugar de quedarnos en las culpas y lamentaciones, podemos sacar el aprendizaje de organizarnos de otra manera: "si me hubiera planificado y estudiado con tiempo, seguro que hubiera aprobado".

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Y no solo eso, sino que además también nos ayuda a sentirnos bien y satisfechos con nuestros logros y a encontrar el alivio para determinadas situaciones negativas. Porque si no nos hubiésemos ido a estudiar a esa ciudad, no habríamos conocido a nuestro mejor amigo o incluso a nuestra pareja e incluso si no nos hubiésemos puesto el cinturón de seguridad, aquel accidente podría haber sido mucho más grave.

La clave: el presente

Entonces, ¿cuál es la clave? Centrarnos en el presente, buscar la utilidad a los escenarios alternativos y limitar el pensamiento contrafactual en el tiempo, para que no sea ese mejor amigo, sino alguien al que recurrir de forma puntual. Es decir, tomarlo como una guía para el futuro, pero no como un ancla al pasado o lo que es lo mismo: no acomodarnos demasiado en nuestras películas de ciencia ficción, sino poner los pies en la tierra, aprendiendo de lo sucedido.

Así, si no actuamos correctamente, podemos tratar de subsanar el error, siempre y cuando sea posible, y si no lo es, al menos aprender la lección para próximas ocasiones. Eso sí, sin quedarnos atrapados en bucles de pensamientos sobre el pasado o el futuro, pues a menudo esto genera estrés, ansiedad y frustración y pensar más y más no implica ser efectivos con la solución, además de que no podemos cambiar el pasado ni predecir el futuro. No olvidemos que de momento no tenemos conocimiento sobre portales en el tiempo, el error forma parte de la vida, el pasado ya no existe y el futuro es todo un misterio, por lo que más nos vale centrarnos en el presente, extraer lecciones de lo aprendido y avanzar sabiendo que vendrán otras oportunidades. No perdamos demasiado el tiempo.

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