Aprende a diferenciar tu impulsividad de tu impaciencia antes de que arruines tu vida

Todos sentimos impaciencia pero solo los impulsivos reaccionan ante ella con comportamientos insensatos

Una persona cualquiera en Tinder. Lleva cuatro días manteniendo prometedoras conversaciones sobre esto y aquello con un interesante match cuya aparición todavía no termina de creerse. Saca valentía de las profundidades y le sugiere, así como quien no quiere la cosa, tomar algo al día siguiente. Pasan diez minutos. Dos horas. Seis horas. Y nada. Cero respuesta. La inquietud ante la espera le reconcome. Está impaciente. Diez horas más tarde, desesperado, le manda un tochaco a medio camino entre la disculpa y el reproche. Estúpidamente impulsivo. La ha cagado. Al otro lado del teléfono solo había alguien muy ocupado. ¿Ves la diferencia?

Por si aún no, el psicólogo Guy Winch explica en Psychology Today qué diferencia ambas actitudes. Mientras que la impaciencia sería nuestra irritación por tener que esperar, el sentimiento en sí, la impulsividad sería nuestro movimiento freestyle espontáneo cuyas consecuencias no hemos estudiado detenidamente. O en otras palabras: la impulsividad sería la acción tras ese sentimiento de impaciencia. Nadie puede culparte de sentir impaciencia porque, como cualquier otra emoción, no eliges sentirla. Pero desde luego eres más que responsable de qué haces con esa impaciencia. Mandar un tocho pasivo-agresivo es solo culpa tuya.

Bueno, no siempre. Porque la impulsividad, dice Winch, también alcanza niveles patológicos que convierte a quienes los padecen en víctimas de esta impetuosidad. De hecho, actuar de manera tonta, destructiva o peligrosa por no ser capaz de manejar la impaciencia está muy asociado con trastornos como la hiperactividad, la ansiedad, la depresión o los episodios maníacos. Quienes los sufren tienen problemas con el funcionamiento ejecutivo del cerebro, encargado de controlar los impulsos. La idea de mandar un mensaje patético cuando no te contestan podríamos tenerlo todos en algún momento, pero la descartamos. Los impulsivos no.

Pero este problema, mucho más ‘arruina-vidas’ de lo que podría parecer, no procede exclusivamente de los trastornos psicológicos. El abuso intenso o continuado de las drogas también modifican nuestro control de los impulsos, volviéndonos víctimas del sentimiento de impaciencia. Y, como apunta Winch, es mucho peor en el caso de quienes consumen simultáneamente diferentes tipos de drogas. La cabeza más confusa que un guionista de Lost. Aunque tampoco nos flipemos: un poquito de impulsividad es sana, incluso aunque la caguemos de vez en cuando. Solo si se te va de las manos deberías echar unas tardes con un psicólogo.