Las elecciones estadounidenses han sido históricas. Y no solo por el gran número de votantes, las diferencias de votos mínimas en estados como Georgia, las remontadas épicas, como la de los demócratas en Pennsylvania, o porque hayan echado a Donald Trump de la Casa Blanca, sino porque, por primera vez en la historia, una mujer va a ocupar el cargo de vicepresidenta de los Estados Unidos. Además, una mujer racializada, de padre jamaicano y madre india.
Algunos comentadores norteamericanos elucubraban que la elección de Harris era una estrategia del partido demócrata: un candidato tradicional, como Biden, y luego una mujer racializada para contentar a aquellos que querían un candidato más de izquierdas, como Bernie Sanders, y encima mujer y racializada, como la famosa y combativa Alexandria Ocasio Cortez. Con Kamala Harris, intentaban satisfacer a todos los tipos de votantes. Y, sea como fuera, funcionó. El tándem de Biden y Harris supo llegar a la población o, quizá, el miedo a las políticas irreversibles de Trump, y consiguió la Casa Blanca.
Para las feministas estadounidenses, especialmente para las negras, era una victoria: “como feminista negra, al escuchar la noticia de la nominación de Harris, mi reacción instintiva fue celebrar el logro político de otra mujer negra. Las mujeres negras tenemos que trabajar el doble de duro para demostrar que somos capaces de hacer cumplir la ley, organizadoras y líderes. Entonces, que una mujer negra ascienda a esta altura política es sensacional”, explica la periodista y activista Thabi Myeni al diario Al Jazeera.
Sin embargo, no todo es positivo. Por supuesto, cualquiera es mejor que Trump. Y, por supuesto, que una mujer racializada llegue a uno de los cargos de poder más altos del mundo es todavía más importante. Sin embargo, el logro de Harris tampoco es una perfecta victoria para el feminismo y el antirracismo. Según la histórica activista Angela Davis, es una buena noticia que llegue tan alto en una sociedad racista y sexista, y más aun para liquidar a Trump. Pero Harris tiene contradicciones, y también es feminista recordarlas y trabajarlas. Lo mismo para Myeni, que también ve que “está llena de contradicciones”, y cree que lo más feminista es contarlo todo “en honor a aquellos que todavía sufren sus políticas como fiscal”.
El feminismo negro, según la activista, tiene que denunciar que las personas negras son “dispensables para un sistema judicial” que está diseñado a favor de los blancos y privilegiados. Harris formó parte de este sistema, promoviendo políticas que no ayudaron a las empobrecidas comunidades negras: al revés, agravaron muchas crisis raciales. Por ejemplo, como explica el artículo, Harris ayudó a la creación de una ley que pretendía combatir el absentismo escolar con severidad. En teoría, porque obligando a niños a ir a la escuela, se combate la conflictividad. En realidad, en vez de corregir los problemas sociales que llevaban al absentismo, la criminalidad y la delincuencia, se culpaba a las madres y padres precarizados que “permitían” el absentismo, con multas y hasta penas de cárcel. De nuevo, se criminalizaba todavía más a las familias pobres, en cambio de buscar soluciones reales.
Otras acusaciones que ha recibido la nueva vicepresidenta son sus políticas tránsfobas y su postura contra la despenalización del trabajo sexual. “Tiene un preocupante registro de empeorar la situación de los miembros más precarios de nuestra comunidad”, recuerda el portal Them, especializado en información LGTBI. Por ejemplo, cuando se negó a reducir las penas de trabajadoras sexuales detenidas en teoría, porque perseguir la prostitución ayuda a combatir el VIH, o cuando negó a una mujer trans que fuera transferida a una cárcel de mujeres y que recibiera su operación genital, a pesar de que los expertos denunciaron que si no se le permitía, muy posiblemente aumentaría su riesgo de suicidio.
A pesar de todo esto, todos coinciden en lo mismo: es mejor cientos de Harris que un Pence el vicepresidente de Trump. La nueva número 2 de la Casa Blanca tiene muchas sombras, pero no deja de ser una mujer racializada que ha sufrido discriminación, y por eso entenderá mejor las luchas. Y ese es un primer paso indispensable para corregir las históricas desigualdades de los Estados Unidos.