La corrupción es una vieja historia. Pocos países se atreverían a decir que están totalmente limpios y, sin duda, España no podría nunca tirar la primera piedra contra una clase política manchada de corrupción. Pero lo que ha hecho el de Rumanía ha sido mirar a sus votantes a los ojos y escupirles a la cara mientras les metían la mano en el bolsillo. Es la metáfora más gráfica del decreto que aprobaron la semana pasada con el que legalizaban que los políticos pudieran robar hasta cierta cantidad y que lleva una semana sacando a cientos de miles de rumanos a la calle.
"Queridos rumanos, hoy es un día de luto para el estado de derecho", decía el presidente de Rumanía que es independiente y está respaldado por el partido de la oposición.
El pasado martes, el gobierno del Partido Socialdemócrata PSD, que había ganado las últimas elecciones a pesar de tener varios escándalos de corrupción entre sus filas cómo nos suena esto en España, aprobó un decreto que despenalizaba los casos de sobornos y cohecho que estuvieran por debajo de los 44.000 euros. Qué casualidad que el presidente del PSD está encausado por 24.000 euros, algo que le ha impedido acceder al puesto de primer ministro, pero seguro que eso es solo una casualidad. Además el decreto se aprobó por sorpresa y por la noche, como si no fuera a enterarse nadie.
Pero se enteraron, vaya que si se enteraron. Rumanía no es un país muy de exigir sus derechos. Cargando a sus espaldas con más de 50 años de dictadura comunista, los rumanos están acostumbrados a observar las tropelías de sus políticos y a indignarse en el silencio de sus casas. Pero se ve que esta gota ya ha colmado el vaso y se han producido las manifestaciones más numerosas desde la caída del comunismo en diciembre de 1989.
La presión social y judicial han hecho que finalmente este sábado el gobierno diera marcha atrás y retirara el decreto alegando que no se había "comunicado bien" la medida, pero las manifestaciones no han dejado de producirse. Los rumanos ahora consideran que ya no pueden confiar en un gobierno que ha intentado colarles semejante barbaridad y ahora lo que persiguen es que directamente presente su dimisión y se convoquen elecciones. A pesar del duro invierno, se puede decir que en las calles rumanas ya ha llegado la primavera de la mano de cientos de miles de personas que ya no son capaces de guardar silencio.