La tortura psicológica que usó altavoces gigantes con música horrible durante 10 años

Lo usaban para atronar a los ciudadanos chinos con canciones del mainstream taiwanés

Durante la Segunda Guerra Mundial murieron aproximadamente 75 millones de personas. Durante la Primera Guerra Mundial murieron aproximadamente 50 millones de personas. Y durante las invasiones mongolas se apagaron aproximadamente 45 millones de vidas. Pero no todas las guerras han sido tan cruentas. Tal como cuenta el divulgador español Pedro Torrijos en un hilo de Twitter, hubo una guerra que, tras cobrarse unas miles de vidas, tornó en una peculiar guerra propagandística ejecutada con flyers y altavoces gigantes: la guerra entre la todopoderosa China y la isla de Gran Kinmen, de soberanía taiwanesa.

Y todo empezó durante la Guerra Civil China. Las fuerzas de Mao Zedong, líder del partido comunista chino, hicieron retroceder al dictador Chiang Kai-shek hasta Taiwán. Pero "Taiwán está a varios centenares de kilómetros del continente, mientras que Kinmen está al ladito de China". Concretamente, a unos seis kilómetros. Así que Mao y sus secuaces intentaron conquistar la isla. No lo lograron. Las bajas aumentaban y el partido comunista decidió cambiar la guerra física por una guerra ideológica. Todos los días impares del mes lanzaba panfletos propagandísticos sobre la isla con rollos tipo "¡Liberad Taiwán!".

Aquí viene lo verdaderamente interesante. Porque, además de panfletos, los dos contendientes utilizaban su mutua cercanía geográfica para poner la radio a todo volumen y comerle el tarro a los ciudadanos del rival a diario. Imagínatelo. Y cuando parecía que la situación no podía ser más dantesca, los taiwaneses la rompieron con la construcción de un altavoz de 10 metros de altura. "Construido en 1967, el Muro de Emisión de Beishen es un cubo de hormigón horadado con 48 huecos donde se instalaron 48 altavoces de alta potencia con el sano objetivo de atronar a los vecinos chinos". ¡Con canciones populares!

Como añade Torrijos, "el cacharro desarrolla un pico de decibelios superior al de un avión despegando y su alcance es de más de 25 kilómetros". Pobres chinxs, aguantando día y noche canciones de Teresa Teng. Es un infierno absoluto. Y, aún así, les parecía insuficiente: construyeron otros dos altavoces gigantes de hormigón al otro lado de la isla y estuvieron, con semejante equipo técnico, diez años dando la turra con canciones del mainstream taiwanés. Aproximadamente hasta finales de los años 70, cuando la "reconciliación" entre China y Estados Unidos llevó a los taiwaneses a aflojar un poco. Tremenda party.

Porque los taiwaneses no eran sordos. Aunque Torrijos no lo menciona, lo cierto es que los ciudadanos de la isla de Gran Kinmen también debieron ser víctimas colaterales de la atronadora táctica bélica de los líderes políticos. Y, por mucho que te guste Teresa Teng o C. Tangana, no quieres estar escuchándolo cada mañana y cada tarde de tu vida. Probablemente te arrancarías los oídos antes. En la actualidad, dice este experto, "han vuelto a poner en funcionamiento como reclamo turístico" el Muro de Beishen. Una prueba de que fue efectivo a la hora de preservar el capitalismo en la isla durante todos estos años.