Fui a una reunión de tíos que unen sus fuerzas contra su masculinidad tóxica

Me pregunto: ¿cuándo fue la última vez que hablé de sentimientos con mi padre? ¿O con mis amigos? Echaba de menos una sororidad entre hombres que, por fin, encontré en esta reunión

Sentados en un círculo, cuatro hombres nos miramos a los ojos. Empieza Guillermo, uno de los asistentes. “Siento que he fracasado, pero lo que más me preocupa es que me da igual”, confiesa. “No estoy siendo honesto con la mujer que estoy conociendo”, continúa Román. “Tengo miedo de que mi hijo acabe mal en la vida”, añade Cristian. “No sé quién quiero ser en el futuro”, concluyo yo, el último. “Aho”, respondemos todos cada vez que uno de nosotros hace unas de estas afirmaciones, una onomatopeya de origen sioux, la tribu indígena americana, que significa “te entiendo, no te juzgo”.

Estamos en una reunión de hombres que quieren revisar sus masculinidades, que en una sociedad patriarcal pueden llegar a ser muy tóxicas. "Tenemos una necesidad de expresarnos y de que nos comprendan", explica Marco Beretta, coordinador de la reunión. Es un evento de ManKind Project MKP, una organización sin ánimo de lucro que busca avanzar hacia una masculinidad más completa y madura. Tras más de 30 años de acción, esta organización estadounidense se ha ido escampando por todo el mundo. Ahora, poco a poco, está haciéndose ManKind Project en la sociedad española, por eso en esta reunión celebrada en un centro cívico de Barcelona solo somos cuatro. Aunque en los retiros nacionales, aseguran, se supera la decena de personas.

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Una comunidad de hombres hacia una mascunilidad sana

Todas estas afirmaciones revelando sus preocupaciones no son más que la primera ronda, todavía queda mucha apertura emocional, algo que me incomoda un poco: nunca me había abierto tanto y de forma tan pública con otros hombres. Ni tan siquiera a mi padre le he llegado a hablar en términos emocionales. Solo cuando salí del armario y cuando le dije que no quería contacto con la parte más homófoba de mi familia hubo un resquicio de apertura sentimental. De hecho, mientras escribo esto, pienso: ¿cuándo fue la última vez que le dije que le quería?

Continúa la reunión, abordando más a fondo todos estos problemas. Confieso cosas que me queman por dentro y que solo he hablado con mi psicóloga. Ni mi pareja las sabe. Y, contra todo pronóstico, me siento cómodo confesándole a otros hombres mi intimidad. Pensaba que me iban a juzgar, pero nada más lejos de la realidad. Así que aquí estamos, diciéndonos entre desconocidos que no tenemos empleo, que no nos iba bien en el amor o que nuestra familia no es la mejor. Y sin sentirnos violentos, prima la naturalidad.

“Me habría gustado ver a más caras conocidas”, dice Luis, un informático que repite en la reunión de hoy. La mayoría somos nuevos, así que toca hacer una dinámica para explorar las relaciones preexistentes entre ellos. “Diremos si alguno de los presentes, aunque no los conozcamos, nos produce malestar”, empieza Beretta. Salen dos personas, uno me señala a mí. “No me fío de los periodistas”, asegura. El otro señala a Luis. “Me recuerdas a mi padre”. “Si hay conflictos y tensiones previas no se puede continuar en la confianza que requiere abrirse emocionalmente”, apunta Beretta, antes de empezar a eliminar las tensiones. “Usaremos la técnica del espejo, dile todo lo que sientes, insúltale. Por qué te causa malestar. Pero recordad que no os podéis enfadar porque no va dirigido hacia vosotros. Esta rabia es algo que tiene uno dentro y que proyecta de forma arbitraria hacia otra persona”.

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Es uno de los objetivos de ManKind Project: trabajar las sombras que tenemos dentro y que luego volcamos hacia los demás en forma de violencia verbal, física y psicológica. Las técnicas que se usan son muchísimas y tienen una base filosófica que bebe de los nativos americanos y de pensadores como Carl Jung o Sócrates. Hannah Seligson, reportera del New York Times, acudió a una reunión de MKP en Nueva York. Ella vio algunas técnicas que yo no pude vivir porque exigían contacto físico y, bajo la amenaza incipiente del coronavirus, las hicimos con un metro de separación. Por ejemplo, habla de un abrazo colectivo, de usar telas para apretar el estómago y que suelte toda la rabia, de alzar a una persona en el aire y que respire… Formas diferentes de aproximarse a los sentimientos individuales.

Los hombres también necesitan terapia

“Los hombres son menos propensos a buscar terapia”, añade el artículo. Esta es una muy buena forma de introducirse en la salud mental, porque permite explorar todos los problemas que tenemos dentro en una reunión de iguales. “De hecho, a veces hemos enviado a personas al psicólogo. Hay veces que la herida es muy profunda y con terapias grupales no podemos sanarla”, me explica Beretta.

Cuando acaba la reunión, hemos hablado de miedos, inseguridades, sexualidad, odio, rabia. Sentimientos profundos y con mucha complejidad de personas que no conozco de nada. Y me siento bien, porque por primera vez en toda mi vida he hablado de sentimientos en profundidad con un grupo solo de hombres. Echo la vista atrás y pienso en mis amigos: solo hablamos emocionalmente cuando somos mayoría mujeres, y aun así de forma muy escueta. Si solo es una “reunión de tíos”, nunca se habla en tono emocional. Me doy cuenta de lo faltos que vamos de abrirnos y cuidarnos mutuamente. De lo reprimidos que estamos.

Me vienen a la cabeza las declaraciones del terapeuta en psicología masculina Jaume Guinot, que me habló de la incapacidad de muchos hombres de exteriorizar sus emociones por “la creencia interiorizada de lo que tiene que ser un hombre: fuerte y masculino”. No es el único que lo cree. Como me explicó el boxeador trans Thomas Page McBee las declaraciones, "la masculinidad tóxica tiene que ver con las expectativas sociales. Se les enseña a los hombres a ser dominantes, a no enseñar debilidades o emociones, a no tocarse con otros hombres o tratarlos con cariño. Cuando estaba de luto estaba enfadado porque sentía que no podía expresar ninguna emoción que no fuera rabia. Me decían ‘sé fuerte’, ‘no deberías estar triste’, ‘no llores’. Me estaba frustrando, se me decía constantemente que era mejor ‘ser fuerte’ que honesto conmigo mismo. ¿Por qué un hombre no puede demostrar estos sentimientos?". Eso supone reprimir, reprimir y reprimir.

"Quiero más sororidad masculina"

Lo he notado con mis amigos, sobre todo, porque los dramas no se cuentan en grupo. Solo lo haces con uno, ese con quien tienes confianza. Cuando estamos todos juntos, en fachada, somos fuertes y no nos preocupa nada. Por primera vez, en esta reunión me he sentido vulnerable, pero también entendido. He visto que no soy el único con problemas. Que se puede hablar y que te van a comprender. La sororidad entre mujeres que tanta envidia me da y que solo he encontrado en espacios LGTB estaba aquí. Es lo bueno del MKP: “pura camaradería”, como lo describió Eka Darville, actor de la serie de Netflix Jessica Jones.

Darville lleva desde 2012 en MKP y, como explica al New York Times, “el hombre estoico que no expresa ni comparte sus emociones, es extremadamente perjudicial. Muchas patologías sociales, como la masculinidad tóxica, están relacionadas con hombres reprimidos. La evolución de la niñez a la virilidad no es algo que ocurra naturalmente. No maduramos emocionalmente”. Gracias a estas reuniones, asegura que ha entendido que estaba proyectando conductas patriarcales y violentas en su esposa, y que no habría salido de ahí sin una comunidad que se lo mostrase a la vez que lo abrazaba con compasión, porque no es una culpa individual: el patriarcado es una culpa conjunta, un mal social. Y como tal, necesitamos a otros en una situación similar que nos apoyen para salir. 

La siguiente vez que quedé con mis colegas, expliqué lo de la reunión. Aunque pasó desapercibido entre el montón de temas, uno de ellos, un amigo del instituto que siempre se ha mostrado muy hermético con sus emociones, me escuchó con detenimiento. Luego me dijo por WhatsApp que le había parecido muy interesante e incluso reconfortante, y le pasé mucha información de la filosofía de MKP. Tres días más tarde, nos estaba contando sus dramas amorosos a todo el grupo reunidos chicos y chicas y me pareció precioso.