¿Habría muerto Sota si su dueño no fuera un sintecho?

La muerte de una perro en plena Gran Vía de Barcelona tras el disparo de un agente de policía ha generado una ola de indignación y solidaridad hacia el animal y su dueño

El pasado martes, y como todos los días de su vida, un joven sintecho cuyo único sustento es la venta de pulseras estaba sentado junto a su perro en el parking de un hotel de la Gran Vía de Barcelona. Estampa que, según debieron pensar los responsables del establecimiento, afeaba el paisaje por lo que llamaron a la Guardia Urbana de Barcelona para que los echara de allí. Los agentes llegaron y le solicitaron la documentación, momento en que las versiones divergen: para los policías hubo mordida y para los testigos solo ladridos. El resultado es igual: un disparo en la cabeza del pobre animal.

Más concretamente, las fuentes policiales aseguran que “es un indigente de carácter violento” y que “hay un agente lesionado que ha causado baja médica fruto de esta actuación: contusión en la frente y una ruptura dental”. No obstante, la Guardia Urbana no habría incluido la herida causada por la presunta mordedura en el informe médico del agente. Muchos, apoyados además en comentarios de gente que suele rondar la zona acerca del carácter pacífico de Sota, han leído toda esta desgraciada historia como un claro abuso policial. El hashtag #JusticiaParaSota continúa coleccionando críticas.

El posicionamiento social ha sido tan a favor de Sota que PACMA organizó ayer una concentración urgente alegando que “la muerte de un perro tiroteado a manos de la policía en pleno centro de Barcelon no puede salir gratis”. Pidieron, como esta campaña de concentración urgente, una investigación, una sanción y, en caso de que fuese pertinente, la destitución del agente que disparó a Sota. Algunos usuarios, además, están valorando negativamente en Google al hotel en al que la presencia del joven y su perro les molestaba tantísimo como para llamar a la Guardia Urbana.

Dani Rovira, tan comprometido con la lucha animalista, publicó un crudo tuit en el que aseguraba, “haciendo uso del subjuntivo: si un policía 'le pegara' un tiro a un perro mío, de manera totalmente injustificada, probablemente me ganaría alguna noche en el calabozo, pero la patada en el cielo de la boca se la lleva... y los dientes en la mano”. ¿Pero fue injustificado? Una trabajadora canina aseguraba también que “los animales nos muerden en muchas ocasiones y los redirigimos y controlamos, no los acribillamos a balazos, había mil maneras de solucionar la situación, matarla no era una opción”.

No solo moralmente. La Ley Orgánica 2/86 de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad explica que “solamente deberán utilizar las armas en las situaciones en que exista un riesgo racionalmente grave para su vida, su integridad física o la de terceras personas”. La Guardia Urbana insiste en que inmovilizar a Sota pisándole el cuello y dispararle seguidamente en la cabeza fue una actuación respuesta porque el agente temía por su vida. Algunos testigos niegan esa versión y aseguran que fue absolutamente desproporcionada. Las grabaciones de las videocámaras del hotel podrían resolver el enigma.

Sin duda, Sota es la gran víctima de esta historia, pero también nos deja una triste lectura de cómo el sistema maltrata a los sintecho. Como apuntaba una usuaria en Twitter, “Eres pobre. Duermes en la calle. La policía te increpa. Te molesta. Te amenaza. Mata a tu perro. Te detiene. Te humilla. ¿Cuánto derechos humanos se han violado hoy?". Y todo, incluida la paliza que habría recibido a manos de los agentes según la petición en Change.org, porque no encajaba en la imagen comercial que el hotel quería transmitir. ¿Habría pasado esto si fueseis tú y tu perro descansando un rato en la calle?