Los jóvenes europeos cada vez somos más pesimistas

Solo un 37% de los jóvenes españoles tiene esperanza de que su vida vaya a mejorar de aquí a 5 años. Somos la generación de la doble crisis, y estamos hartos de luchar contra un sistema que no funciona

Somos la generación de la doble crisis. Después del 2008, pensábamos que todo iba cuesta arriba, pero con el covid vino una caída que no nos esperábamos. Twitter se ha llenado en los últimos meses de mensajes de millennials desesperados: “vivo mes a mes, no sé si el mes que viene podré pagar el piso”, “ya no tengo sueños porque son frustrantes”, “mis planes de futuro son a pocos meses vista”. Todo esto son tres de los cientos de tuits que reflejan la moral hundida de toda una generación, la  que vivirá peor que sus padres.

“Al principio, el covid parecía un maratón. Tirar hacia adelante y superar este bache. Pero ahora solo es fatiga”, asegura Megan McCoy, una afectada por la crisis del covid al diario The Wall Street Journal. Se lamenta que si ya fue difícil prosperar después de la primera crisis, la que se viene ahora ha sido como un escupitajo en sus planes de futuro y esperanzas.

“El coronavirus ha afectado a los millennials especialmente. No estaban tan arriba de su carrera profesional como les hubiera gustado y ya se sentían atrasados respecto a las anteriores generaciones en lo que era planear su futuro y tener seguridad vital”, añade. No tenían casa, no tenían un empleo fijo y tampoco tenían una larga experiencia que les permitiera asegurarse otro empleo si perdían el actual. Además, estaba el sentimiento de culpa por no tener todo esto. “Nos habían explicado que con el trabajo duro podríamos prosperar”, añade McCoy, “pero no es verdad. Trabajar mucho no te garantiza salir de la precariedad”.

Bajo la falsa idea de que el trabajo duro nos ayudaría a mejorar nuestra vida, muchos hijos de obreros y clases trabajadoras españolas fuimos a la universidad. Nuestros padres querían que pudiéramos escalar socialmente, que llegásemos allí donde ellos no pudieron. Y eso creíamos, pero cada vez menos. Como explica el portal Magnet, “la mayoría de la gente ha dejado de creer en el trabajo duro como la garantía hacia una vida mejor”. Se basa en una encuesta que, además de esos resultados, refleja el pesimismo que se ha apoderado de nuestra moral. Solo un 37% de los jóvenes españoles cree que su vida va a ser mejor de aquí a cinco años. Y es uno de los números más optimistas de Europa, teniendo en cuenta que Alemania es un 23% y Francia un 19%.

“Vivimos en una paradoja de la confianza”, explica el CEO de Edelman, la empresa que llevó a cabo las encuestas. Según cuenta a Magnet, es porque, a pesar de que el desarrollo está constantemente al alza, el repartimiento de la riqueza es injusto y desproporcionado. La desigualdad ha aumentado, “a todos los niveles”, y esta brecha social “está ennegreciendo las perspectivas de buena parte de la población”, especialmente la de los jóvenes, las personas que ven que, a medida que las condiciones de vida no mejoran, no van a tener la oportunidad de construir un futuro digno.

Esta brecha se traduce en desesperación. “De pequeños nos preguntaban qué queríamos ser de mayores, pero nos dijeron que no tenía salidas. Ahora vemos, cientos de euros después, que nada tiene salidas”, explica Laia Mauri i Baraza en Twitter, comunicadora política y filósofa, dos de estas carreras típicas que “tienen poco futuro” y que por eso “tenías que trabajar duro”. Aunque, ahora, lo único que le han traído, como a tantísimos otros millennials, es pesimismo y pocas ganas de seguir luchando por un sueño laboral que parece imposible.

¿El culpable de todo esto? El sistema actual, incluida la clase política y la lógica capitalista. “El 48% considera que el sistema actual le está fallando, está por debajo de sus expectativas; y el 56% cree que el modelo capitalista actual hace más mal que bien”, añade el artículo de Magnet. Queda claro que, para la mayoría, el sistema actual no está capacitado para encajarlos bien y darles una vida digna. Y, según el artículo, esta decepción vital es una de las muchas explicaciones al porqué del aumento de la conflictividad social, la inconformidad política y la lucha activista. En resumen: estamos hartos, cansados y necesitamos cambios.