Hambre, peleas y falta de oxígeno: el experimento de confinamiento espacial que acabó en tragedia

El proyecto ‘Biosfera 2’ pretendía demostrar que una colonia de ocho personas podría cultivar sus propios alimentos y prosperar en el espacio

Teniendo en cuenta el número de rebrotes que no paran de salir en las noticias a la gente que vivimos en Barcelona nos queda muy poquito para que nos vuelvan a confinar en nuestras casas de manera obligatoria ahora es solo una recomendación. El problema es que, como todxs sabemos por la experiencia anterior, el confinamiento es muy duro y puede suponer una auténtica prueba para tu fortaleza física y mental. Los problemas del aislamiento prolongado fueron muy estudiados durante la Guerra Fría cuando las superpotencias se lanzaron a la carrera espacial. La posibilidad de realizar viajes a otros planetas e incluso de colonizarlos, como Marte o la Luna, planteaban numerosos interrogantes sobre la posibilidad de que un pequeño grupo de humanos fueran capaces de prosperan en una pequeña colonia aislada del resto de la humanidad.

Con esta visión en mente arrancó en 1991 el experimento de la empresa Space Biospheres Ventures bautizado como ‘Biosfera 2’, una especie de estructura gigantesca de metal en pleno desierto de Arizona que recrearía algunos de los hábitats del mundo de manera artificial y en la que ocho científicos tendrían que pasar confinados dos años. La idea era recrear el funcionamiento que tendría una colonia espacial en la que los ‘biosferianos’ tendrían la responsabilidad de cultivar sus propios alimentos y criar a los animales de granja y peces que serían introducidos en el lugar. Una especie de Arca de Noé bíblica pero versión finales del siglo XX y con inspiración espacial cuyo ideólogo fue el ingeniero de Harvard, John Polk Allen. 

"El objetivo principal era determinar si una biosfera artificial podía funcionar, incrementando reservas de energía y biomasa, preservando un alto nivel de biodiversidad y biomasa, estabilizando su agua, suelo y atmósfera”, escribió en declaraciones recogidas por la BBC. La ilusión de Allen era compartida por los “elegidos” que participarían en el proyecto y que formaron una colonia compuesta por cuatro hombres y cuatro mujeres: Roy Walford, Taber MacCallum, Mark Nelson, Sally Silverstone, Silke Schneider sustituida por Abigail Alling, Mark Van Thillo, Jane Poynter y Linda Leigh. "Éramos pioneros, los primeros biosferanos. Nos habían dado un nuevo mundo para cuidar de él”, recordó Mark Nelson años después. 

Si embargo, el resultado fue muy diferente al que todos ellos esperaban. En primer lugar, el domo de 28 metros que albergaba cinco ecosistemas selva tropical, desierto, sabana, manglar y arrecifes de coral no fue capaz de sacar adelante todos los cultivos por lo que tuvieron que tirar básicamente a base de plátanos, remolacha y poco más. La desesperación llegó a tal punto que intentaron sin éxito crear vino con plátano para aliviar un poco el encierro y la decepción de no ser capaces de prosperar. Debilitados por la deficiente alimentación que obligó a introducir alimentos desde el exterior, los colonos apenas podían trabajar y, por si fuera poco, el sistema de ventilación del domo tampoco resultó de gran ayuda y los niveles de dióxido de carbono aumentaban peligrosamente dejándolos sin aliento.

"Respirábamos el aire del otro, estábamos sofocados y muertos de hambre", explicó Linda Leigh. Al parecer, la situación fue tan tensa que las peleas entre los colonos se volvieron continuas y la convivencia se hizo insostenible: "nunca se sabe lo que puede pasar cuando te encierras a convivir durante dos años con otras siete personas". Por si fuera poco, el proyecto había llamado la atención de los medios de comunicación de todo el mundo y los turistas se paseaban por los exteriores de la cárcel de cristal en visitas guiadas que les hacían sentirse como animales atrapados en un zoológico. Finalmente, la instalación de bombas de oxigeno y la introducción de alimentos desde el exterior mejoraron las condiciones de vida en la biosfera y siete de los ocho colonos consiguieron finalizar el confinamiento sufriendo pero sin problemas graves. 

De hecho, la experiencia fue tan penosa que en 1994 una nueva misión suspendió su nuevo intento al confirmar que simplemente no era posible mantener una colonia sin la ayuda exterior. El proyecto fue desarticulado y las increíbles instalaciones fueron adquiridas por la Universidad de Arizona que a día de hoy mantiene un centro de investigación sobre los ecosistemas de la Tierra en su interior. 

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