Exhumaremos a Franco y olerá a zombie

Después del anuncio de Pedro Sánchez, casi 50.000 personas visitaron el Valle de los Caídos en solo un mes

Cuando levantas una maceta que llevabas mucho tiempo sin mover, salen gusanos blancos que no esperaban ver, de repente, la luz. Se retuercen y sufren, hasta que se hallan y luego se acostumbran a estar en la superficie. El Valle de los Caídos es una aberración, pero hasta hace poco era una aberración en medio del campo relegada a los nostálgicos. Lo hacían más o menos en silencio y de forma más o menos discreta. Cada 20 de noviembre, iban a rendirle tributo, pero era algo que no era aceptado mucho más allá de su entorno. Luego, volvían a casa tarareando el Cara al sol. Era su pequeña victoria porque en el fondo sabían que ese mausoleo era una anacronía. Como todos sabíamos que era una injusticia que hacía de España un país peor.

La exhumación del dictador, desde luego, deberíamos tenerla superada desde hace décadas, pero por ir dejando las cosas nos hemos encontrado con que la medida estrella de la legislatura de Pedro Sánchez —que no consiguió apoyo para sus presupuestos— ha sido su decisión de trasladar los restos del tirano para darles sepultura privada. Ahora, el Tribunal Supremo lo ha apoyado y Sánchez ha podido sacar la carta en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ojalá esto hubiera pasado años atrás, cuando el Cara al sol no estaba de moda, como vuelve a estarlo ahora que los nostálgicos ya han llegado al Congreso, desde donde pueden aprovechar este tardío pero indudable "logro de la democracia", en palabras de Pedro Sánchez, para agitar a sus seguidores.

El mes siguiente al anuncio de Pedro Sánchez visitaron el Valle de los Caídos casi 50.000 personas, no a recordar a los 20.000 presos republicanos que lo construyeron para que el régimen tuviera dónde enterrar a los que cayeron es su "gloriosa cruzada". Desde entonces, las cifras han ido subiendo, también por la curiosidad de algunos, pero sobre todo porque la extrema derecha ya no tiene vergüenza de serlo y ha conseguido actualizar su discurso, viralizarlo, llegar a los jóvenes. Regenerarse, perseverar, amenazar al sistema. Vox sabe cómo capitalizarlo.

La exhumación de Franco lleva meses embarrada —por los recursos de la familia, previsibles—, pero el Tribunal Supremo tardó menos de una hora para acordar de forma unánime que los restos del dictador tenían que estar fuera del monumento. Ahora, la familia ya ha anunciado que elevará el recurso al Constitucional y, aunque la respuesta parece que no va a cambiar, todo este tiempo sirve para que la extrema derecha siga cosechando fans. Santiago Abascal, líder de Vox, ya habla de "campaña socialista" para "profanar tumbas, desenterrar odios".

España nunca ha tenido el valor para hablar desde la política sobre su pasado dictatorial y la exhumación de Franco solo es un primer paso, muy simbólico, pero que deja a las familias de los muertos republicanos con las mismas dudas sobre el pasado que tenían hasta ahora. "Paquito, Sales", titulaba ayer El Jueves. Y sí, Paco seguramente se va a ir al fin. Solo falta por ver si sabremos aprovecharlo para purgar de una vez la falta de memoria histórica del país, o si servirá más bien para que el olor a zombie lo acabe de impregnar todo.