El error garrafal que cometes al reciclar acabará matando el planeta

Las bombillas de bajo consumo y los tubos fluorescentes llevan mercurio y contaminan como las pilas, pero no nos habíamos enterado

Cada vez que me encuentro con el típico artículo de "las diez cosas que no sabías que se reciclan, pero sí" hago click con cierta competitividad —porque estoy segura de que no aprenderé nada— y me pongo a prueba: los botes de pintura, check, papel de aluminio, check, tóner de la impresora que dejé de usar cuando por fin empezaron a funcionar las tarjetas de embarque en el móvil, check, ropa... megacheck, porque o la dono o la llevo a tiendas que me dan un descuento por las prendas viejas, ya que el algodón también se recicla. Es verdad que soy una experta de los contenedores de colores, pero tengo que admitir que esta vez se me escapaba algo: las bombillas.

En cierto modo, siempre nos olvidamos de las bombillas. Como duran tanto, solo nos acordamos de ellas cuando se funden, y ahora sí, deberíamos todos prestar atención: las bombillas también se reciclan. Porque son una fuente de mercurio que, si las tiramos en el lugar erróneo, acabará filtrándose en el medio ambiente. Las bombillas y tubos fluorescentes tienen sus propios contenedores, porque si las tiramos en el depósito del cristal o en el de la basura, además de contaminar, estamos perjudicando a quienes hacen el trabajo de recogerla y llevarla al vertedero. El mercurio, como aprendimos desde muy pequeños con las pilas, es uno de los materiales más contaminantes.

Reciclaje a 600 grados

Una vez en las plantas, las bombillas se abren, se aspira el polvo fluorescente que hay en su interior. Luego se separa el vidrio y se recicla por su lado y la parte metálica por el suyo. Lo más delicado es la parte que está en contacto con el mercurio. Por eso, los cabezales, quemadores y filamentos en contacto con el polvo de mercurio se introducen en una cámara protegida y controlada. Todo esto se calienta hasta 600 grados y se añade oxígeno. Finalmente, se condensan los gases para obtener el mercurio líquido y, finalmente, se extrae el agua y otras impurezas mediante un proceso de decantación —separación del líquido del sólido—. Al final del proceso se obtiene un mercurio puro que se usa como reactivo en laboratorios químicos y en la industria óptica o electrónica.

O sea, el proceso es largo y peligroso. Por esto, como en el caso de las pilas, las bombillas fluorescentes deben ser depositadas en contenedores especiales. A través de los puntos verdes de las ciudades, además de ferreterías y otros comercios donde también se venden, la asociación Ambilamp tiene 35.000 puntos de recogida en todo el país. Desde 2005, cuando empezó a recopilar bombillas para reutilizar sus piezas servibles, ya han procesado 200 millones de unidades, más de 26.000 toneladas de residuos de lámparas han pasado por sus plantas. Las comunidades que más han aportado son Cataluña, Madrid y Andalucía, según datos publicados en su web.

Aunque todavía nos queda mucho camino por recorrer, España es un país que lleva algo más de décadas reciclando y cada vez somos más expertos en la materia. Según las estadísticas estamos en el centro de la escala de recicladores de la Unión Europea: sabemos que los nórdicos, alemanes u holandeses tienen mucho más desarrolladas las técnicas, leyes y costumbres, aunque también hay otros países que están muy por detrás de nosotros. La cantidad de residuos reciclados va en aumento, pero también crecen los llamados "impropios", los objetos que se tiran en el contenedor equivocado. Las categorías donde vamos más adelantados son el metal, el papel y los envases.

Nuevos retos

¿Cuáles son nuestras tareas pendientes? Principalmente, resolver qué hacemos con un tanta tecnología, además de reducir la cantidad de envases plásticos. Este es uno de los principales desafíos para el reciclaje en todo el mundo. Cada año, en España se producen de 17 a 20 kilos de productos eléctricos y electrónicos por habitante al año, de los que solo se recuperan solo dos o tres, según cálculos de Greenpeace. "Tenemos un ratio de recuperación muy bajo", explica Julio Barea, experto en gestión de residuos urbanos del grupo ecologista. Para que lleguen a la planta de reciclaje, es responsabilidad de todos hacer el gesto de llevar cada residuo a su pertinente destino. Barea está convencido de que el problema se solucionaría con medidas más estrictas para fomentar el retorno de los residuos: si por cada lavadora, nevera u ordenador nos devolvieran un monto de dinero, la tentación de tirar estos objetos tan contaminantes a la basura sería nula.

Pero mientras tanto, tenemos que hacer lo que está en nuestras manos. "En Barcelona, por ejemplo, prácticamente no hay industria, así que la mayoría de los residuos los generan el sector servicios, los comercios y hogares", recuerda Laura Reñaga, la técnica del departamento de Limpieza y Gestión de Residuos del Ayuntamiento de Barcelona, "por eso es importante seguir inculcando hábitos entre la ciudadanía". La excusa no es mirar hacia países que contaminan más o fábricas que no cumplen con sus obligaciones. Para seguir ejercitándote, dejamos un test: adivina y si no, busca dónde va el corcho de la botella de vino, una servilleta sucia, un sofá, un cable, unas deportivas viejas, un neumático o un móvil. Hasta que no te conviertas en el típico amigo-diccionario del reciclaje, no pares de investigar. ¿Son gestos pequeños? Sí, pero como hemos visto con Ambilamp, contaminar menos cuesta muy poco y evitar que los residuos acaben en el medio ambiente, también.