¿Deberíamos pagar impuestos por circular en bicicleta por la ciudad?

El debate ha comenzado después de que el estado norteamericano de Oregón decidiese imponer un impuesto de circulación a las bicicletas

En el año 2017, y según datos de la Agencia Europa para el Medio Ambiente Aema, el 13% de partículas contaminantes presentes en la Unión Europea provenían del transporte por carretera. Y nada parece indicar que esto haya cambiado demasiado. Sin embargo, en muchos países del continente ha comenzado la expansión de la bicicleta como alternativa de transporte urbano. Su sostenibilidad es una esperanza para las personas que sueñan con ciudades más saludables y concienciadas con el planeta. Pero estos avances están ahora en peligro: el debate acerca del impuesto de circulación de bicis llama a la puerta.

Porque Oregón ha descorchado la botella: los ciudadanos residentes en este estado de la costa oeste de los Estados Unidos tienen ahora que abonar 15 dólares en concepto de impuesto de circulación al comprar una nueva bicicleta. Una medida que permitirá recaudar, según cuentan desde Magnet Xataka, alrededor de 700.000 dólares anuales. Y, aunque supuestamente este dinero irá destinado a cubrir los gastos dedicados al mantenimiento de las carreteras y a la optimización de carriles de bici, lo cierto es que se trata de una forma de combatir la pérdida de recaudación que conlleva la reducción del uso de automóviles.

A fin de cuentas, y cuantas más personas se pasan a la bicicleta urbana, menos personas utilizan el coche en el interior de las ciudades. Pero no debemos olvidar que los impuestos son mucho más que meras armas de recaudación pública: son maneras de animar o desanimar a la sociedad a hacer algo. Y está claro que gravar la compra de bicicletas o implementar cualquier carga impositiva sobre el uso de la bicicleta es una manera directa de desincentivar a los ciudadanos. Después de todo, la bicicleta ya tiene sus inconvenientes. Añadir un gasto económico asociado será un desastre. Especialmente para el planeta.

Y quizá podrías pensar que Oregón queda demasiado lejos como para preocuparnos de eso. Al fin y al cabo, vivimos en Europa, el continente de Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Suecia o Suiza, algunos de los países con mayor número de bicicletas del mundo. Sin embargo, hace apenas unos años que la DTG, viendo la tendencia al alza del uso de bicicletas en las ciudades españolas, propuso una potencial matriculación obligatoria para las mismas. La propuesta cayó en saco roto y aquí paz y después gloria. Todos contentos. Pero la sombra de aquella intentona prevalece entre nosotros. Da para preocuparse.

Y da porque el incremento de la bicicleta en las ciudades, y especialmente en las grandes ciudades, es una de las mejores noticias de esta última década. Ya no hablamos únicamente del medioambiente, sino también de la contaminación urbana y la salud de las personas. Lxs más optimistas imaginamos un futuro urbano en el que conviven vehículos motorizados eléctricos y bicicletas. Un escenario bastante más alentador que este en el que nos vemos inmersos. Y el dinero, las quejas de los conductores de coches y Oregón no deberían ser excusas para alejarnos de ese posible escenario. Lo necesitamos. Y mucho.