¿Por qué vamos de concienciadxs pero explotamos a quienes nos traen la comida?

Los mileniales seguimos pidiéndolo todo a domicilio a pesar de que los últimos informes señalan lo expuestos que están los repartidores

Era una lluviosa noche de mayo, la gente veía la final de Copa del Rey de fútbol en sus televisores y miles de barceloneses pedían su comida a domicilio. Pujan Koira, un repartidor nepalí de 22 años, salió a trabajar en lo que ellos conocen como ‘la hora diamante’. En el cruce de las calles Balmes y Gran Vía un camión municipal de limpieza se lo llevaba por delante. Solo hacía cuatro meses que había llegado desde Berlín con un visado de estudiante que ya había caducado. 

Aunque su caso fue el primero en nuestro país, el aumento del número de repartidores en nuestras calles ha contribuido a que los accidentes de tráfico durante el trabajo aumenten notablemente. Esta es la conclusión a la que se llegó en el I Observatorio de la siniestralidad vial en España, realizado por Asepeyo y la Fundación CNAE, y que determinó que los accidentes de tráfico que sufren estos trabajadores representan el 27% del total de siniestros. Una cifra que no para de aumentar.

"Tendremos que poner especial hincapié en el próximo observatorio para saber más de estos accidentes", afirmó el director territorial de Asepeyo, Constantino Perea, quien destacó a los repartidores de comida y a los patinetes eléctricos como principales responsables de este incremento. Los datos no mienten: esta gente se la juega en su trabajo y lo peor de todo es que lo hacen bajo unas condiciones laborales extremadamente precarias.

Como denunciaba, Eve Llagostera, uno de los representantes de la plataforma Ridersxderechos en un artículo en Código Nuevo en 2017: “No puede ser que además de la precariedad y de estar cada día expuestos a un accidente nos saquemos tres euros por hora después de pagar los autónomos. Es pura explotación”. Y, aunque se han cosechado algunas victorias en cuanto a los derechos colectivos de lxs trabajadorxs, la cosa sigue pintando bastante mal para muchxs. Falsos autónomos, jornadas abusivas, trabajadores sin papeles y un sueldo indigno que tapa como puede los agujeros de la precariedad. 

Llegados a este punto habría que preguntarse hasta qué punto, como consumidores cada vez más éticos, deberíanos replantearnos nuestro uso de plataformas de mensajería. Resulta evidente que pedir una ensalada, una pizza o un ramen y que te lo lleven calentito a casa en un día de frío y lluvia es una bendición, pero saber que la persona que te lo está llevando lo está haciendo por una miseria y jugándose el tipo plantea un conflicto moral que todxs deberíamos atender. Al menos si pretendemos estar conciencidxs más allá de Twitter o Instagram. 

Nadie está diciendo aquí que dejemos de utilizar las plataformas. Los riders necesitan sus trabajos y nosotrxs queremos disfrutar de sus servicios. Pero, de igual manera que exigimos que la industria del fast fashion deje de explotar a trabajadores del tercer mundo a la hora de confeccionar sus prendas o pedimos que el fast food nos ofrezca comida cada vez más saludable, no estaría de más que entre estas demandas estuvieran que sus repartidores trabajasen en unas condiciones dignas.

Quizás los mileniales nos hemos volcado con luchas que ocurren en la otra parte del mundo, y que dependen poco o nada de nuestras decisiones diarias, y nos hemos olvidado que nuestro principal potencial está en ejercer y exigir nuestros derechos como ciudadanxs y consumidorxs cada día. Tus preferencias a la hora de comprar en un comercio de proximidad o tirar del móvil para llenar tu estómago pueden marcar una diferencia. Quizá puedas informarte de qué plataformas proporcionan mejores condiciones a sus trabajadores y qué cadenas de restaurantes trabajan con ellas. Si las cosas no cambian quizás es que deberías cambiar tú primero.