Así amanece La Rambla de Barcelona el día después de ser el escenario del horror

Después del atentado terrorista así amanece La Rambla llena de periodistas informando, turistas y curiosos.

Un almohadón en forma de corazón con la inscripción 'I love Barcelona'. La palabra Barcelona está llena de sangre que alguien ha intentado limpiar sin demasiado éxito. Es uno de los productos del kiosco junto al que se paró la furgoneta que el jueves 17 de agosto arrolló y mató a 13 personas en La Rambla de Barcelona y dejó un centenar de heridos. La masacre todavía se nota en el ambiente a primera hora del día siguiente que amanece con el mítico paseo barcelonés acordonado y cortado al tráfico.

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Alrededor de las 8 de la mañana, en la salida del metro de Plaza Catalunya a las ramblas se saludan las presentadoras Susana Griso y Ana Rosa Quintana, unos metros más abajo, se prepara para entrar en directo Antonio García Ferreras de La Sexta. Los reporteros son lo que más abunda a largo de toda la calle hasta llegar a la altura del metro Liceu que es donde la furgoneta detuvo su mortífera carrera. Los periodistas se mezclan con algunos turistas y transeúntes que se dirigen a sus lugares de trabajo con relativa normalidad. Quienes tampoco han interrumpido su 'actividad laboral' son los carteristas, que aprovechando la presencia de prensa internacional más concentrada en sus conexiones en directo que en su equipaje, pretenden seguir haciendo su agosto.

A medida que se avanza, todas las conversaciones que puede uno escuchar van sobre lo mismo: "No puedo entender cómo pudieron meter la furgoneta por aquí", le decía un chico a su acompañante. "...Pero esto es una amenaza internacional...", le comenta un hombre a otro mientras los comercios comienzan a abrir sus puertas. El Bakery N Time, en el numero 56, es de los pocos que ya está funcionando y está lleno de bocadillos y bollería pero todavía no hay ningún cliente. "Nosotros tenemos turno de mañana y a las cuatro nos fuimos a casa, pero nuestros compañeros de la tarde sí lo vieron todo", nos comenta Rashida, una de los dos empleados que están detrás del mostrador. "Estuvieron aquí encerrados con los clientes que había hasta las 11 de la noche y estaban llorando por todo lo que veían en la calle", nos explica señalando con la cabeza hacia fuera.

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Más abajo la presencia de periodistas se multiplica, todos han elegido el lugar en el que quedó la furgoneta para plantar sus cámaras y trípodes. Al lado está el kiosco contra el que chocó y los trabajadores del turno de mañana están ocupados recogiendo. "Hay muchos expositores rotos, hay muchas cosas que están llenas de sangre y también tenemos guardadas gorras y gafas que no sabemos de quién son", nos cuenta uno de los trabajadores que se marcha rápido sin tiempo para dar su nombre. Justo en frente, el dueño de una pequeña floristería abre su puesto. Al vernos acercar con la libreta y el boli en la mano, hace una señal con la mano de que no quiere hablar y baja la cabeza.

Volvemos a subir hacia Plaza Catalunya donde la presencia policial es todavía mayor. Mossos d'Esquadra con armas largas, la Guardia Urbana retirando con grúas las motocicletas aparcadas y también hay bomberos y ambulancias a los lados de la plaza. En unas horas las autoridades han convocado un minuto de silencio en repulsa por esta masacre producida y la que se ha evitado en la localidad turística de Cambrils. En la plaza también hay turistas que se acaban de bajar del Aerobús ya que decidieron coger su avión hacia Barcelona a pesar de todo. Julia y Valerio tienen 19 y 20 años y están haciendo fotos con sus móviles en una mano y sus maletas en la otra. "Se respira mucha tensión en el ambiente, pero hay mucha policía, parece muy seguro", dice Julia en italiano. Es su primera vez en la ciudad y todavía ni han visto La Rambla así que ayer decidieron que no cancelarían sus vacaciones.

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Las tiendas van abriendo poco a poco y el transporte público también funciona con normalidad. Los vagones del metro están más en silencio de lo normal y sus viajeros cabizbajos. Las únicas conversaciones que se escuchan son sobre lo mismo: "Dicen que eran tres y uno todavía anda suelto", de comenta una señora a otra que acaba de conocer. El resto de las personas siguen haciendo su vida como si fuera un día normal, pero no lo es.