El nuevo sistema de etiquetado de alimentos en España es un fracaso

El Nutriscore prometía hacernos elegir mucho mejor a la hora de alimentarnos, la realidad es que nadie entiende sus criterios 

Como especie llevábamos aproximadamente unos 300.000 años alimentándonos de manera saludable hasta que aparecieron las grandes empresas alimentarias y comenzaron a llenar nuestras despensas y neveras de productos ultraprocesados. Por suerte, durante los últimos años hemos comenzado a despertar. Poco a poco  nos preocupamos mucho más acerca de lo que metemos en nuestro cuerpo y hemos desterrado mitos que teníamos muy asimilados. En principio, Nutriscore, el nuevo modelo de etiquetado español para diferenciar los alimentos saludables de los insaludables, prometía ayudarnos. Pero resulta bastante fail.

En concreto, como explican desde Vitónica, "Nutriscore es un sistema de etiquetado en forma de semáforo que va desde un color verde oscuro, valorado con la letra A, hasta un color rojo, valorado con la letra E". Este último implica que el alimento es muy poco saludable, mientras que el primero todo lo contrario. Por medio encontramos el color verde claro B, el color amarillo C y el color naranja D. En términos generales, los alimentos que se ganan el color verde oscuro son ricos en proteínas, vitaminas y minerales, mientras que los alimentos merecedores del color rojo son ricos en grasas saturadas, azúcar y sal.

En teoría, parece magnífico, ¿verdad? Vas al supermercado y sin necesidad de ponerte a desgranar cada uno de los alimentos puedes saber cuánto le convienen a tu organismo de un vistazo. El problema es que cuenta con muchos fallos. ¿Un ejemplo? Un refresco sin azúcar posee una clasificación color verde claro B, pero el aceite de oliva tiene una clasificación D. El motivo es muy sencillo: el refresco no tiene calorías y el aceite de oliva muchísimas. ¿Pero significa esto que debamos priorizar un refresco por encima del aceite de oliva, uno de los alimentos más saludables que existen? Obviamente no. Completamente no.

Simplemente es una cuestión de cantidad: claro que no debemos bebernos una botella de aceite de oliva por las mañanas y otra por la noche, pero debería tener un espacio en nuestra alimentación. Por el contrario, el refresco, aunque no calórico, tampoco nos proporciona macronutrientes ni micronutrientes y ocupa espacio en nuestra dieta que debería ser ocupado por otros alimentos y bebidas que sí nos aportaran nutrientes que nuestro organismo necesita. Lo mismo pasa con la leche. La leche entera es mucho más completa que la leche semidesnatada, pero tiene peor valoración Nutriscore por ser más calórica.

Además, otro problema de este nuevo sistema de etiquetado es que no tiene en cuenta los aditivos. Así, unas hamburguesas vegetales llenas de aditivos está mejor valorado que el jamón ibérico, que consumido de una manera moderada es bastante saludable. La intención del etiquetado es buena, pero requiere conocimiento para ser interpretado correctamente. Así, desde Vitónica afirman que es necesaria "una campaña por parte del Ministerio de Consumo para que el consumidor aprenda sobre el uso correcto de este modelo". De momento, y hasta que ocurra, debemos aplicar el sentido común. Cuidado con el semáforo.